Una vez que las autoridades eclesiásticas obtienen el
derecho legal de destruir cualquier obra escrita que se opusiera a las bases
sentadas en Nicea, entre los siglos III y VI, bibliotecas enteras fueron
arrasadas hasta los cimientos, escuelas dispersadas y confiscados los libros de
ciudadanos particulares a lo largo y ancho el imperio romano, so pretexto de
proteger a la iglesia contra el paganismo. En el siglo V la destrucción era tal
que el arzobispo Crisóstomo escribió con satisfacción: "Cada rastro de la
vieja filosofía y literatura del mundo antiguo ha sido extirpado de la faz de
la tierra" - Lloyd Graham, Deceptions and myths of the Bible, Nueva York,
Citadel Press, 1991-. Se establece la pena de muerte para cualquier persona que
escribiera libros que contradijeran las doctrinas de la iglesia. En la lista de
aquellos que participaron en ello hay muchos nombres de los
"doctores" de la iglesia. El propio Gregorio, obispo de
Constantinopla y último doctor de la iglesia, fue un activo incinerador de
libros. La construcción de iglesias sobre las ruinas de los templos y lugares
sagrados de los paganos no sólo se convirtió en una práctica común sino también
obligada para borrar por completo el recuerdo de cualquier culto anterior. Sin
embargo, hubo cierta justicia poética en todo ello. En Egipto, ante la
imposibilidad material de demoler las grandes obras de la época faraónica o de
borrar los jeroglíficos grabados en la piedra, se optó por tapar los textos
egipcios con argamasa, lo cual, lejos de destruirlos, sirvió para conservarlos
a la perfección hasta nuestros días y eso ha permitido que tengamos un
conocimiento de antiguo Egipto más detallado que el de los primeros siglos de
nuestra era y, lo que es más importante, aquellos jeroglíficos preservaron la
verdad, ya que contenían la esencia y el ritual del mito celeste que,
casualidades de la vida, tiene una enorme similitud al mito evangélico.
martes, 30 de abril de 2013
domingo, 28 de abril de 2013
Concilio de Nicea III parte
Es ese año 313 cuando Constantino comienza, de verdad, a
tener en cuenta a los cristianos como fuerza de mantenimiento del orden y la
paz, no sólo porque están organizados a lo largo y ancho de todo el
Imperio, lo que los convertía también en una fuerza de espionaje y sabotaje sin
parangón, sino porque la doctrina cristiana se acercaba mucho a lo que él mismo
entendía por una religión. Como su padre, Constantino era un adepto al culto
solar - Sol Invictus-. Las fuentes católicas se hacen eco de su revelación
divina a raíz de una aparición. Lo cierto es que Constantino fue adicto a las
apariciones divinas, entre ellas la de un Apolo Solar durante su estancia en
Vosgos. Es evidente que Constantino era más un hombre de Estado que un hombre
religioso, y su política al respecto lo prueba. Durante el año 313 los símbolos
cristianos se multiplican en las monedas y las menciones a otros dioses
"paganos" se van apagando. Pero es en el año 314 cuando los
cristianos le piden que intervenga en una disputa con respecto a la doctrina
donatista, vendiéndole la imagen de perturbación de la paz que producía la
duplicación de la doctrina cristiana. Era evidente que la idea de unificación
que Constantino albergaba tendía a cerrar una disputa que había dividido el
norte de África, fuente de avituallamiento de todo el Imperio, donde surgían
comunidades cristianas paralelas por doquier con una doctrina que estaba
tomando el tinte de una cierta lucha social - los campesinos, literalmente
trillados por los impuestos imperiales para el mantenimiento de las luchas
internas entre los tetrarcas, se sintieron más cerca de los donatistas, cuya
nueva doctrina aprovechaban para saquear haciendas y bienes de aquellos que no
la compartían-. Donde de verdad Constantino vio la oportunidad fue en que, si
bien los cristianos no donatistas le habían pedido intervención, los donatistas
también lo hicieron. Y él no desaprovecha la ocasión para imponer su criterio.
Nombra a Milciades, obispo de Roma y a Marcos, procónsul de África, como jueces
en la disputa, celebrando el llamado Concilio de Arlés, al frente del cual pone
a Ceciliano. La cuestión no era que el Concilio terminara con el cisma
donatista, para Constantino la cuestión era que el Concilio de Arlés es el
primer Concilio sujeto a arbitrio imperial y abría una serie de posibilidades
que, como hombre de Estado, no le pasaron desapersividas. El Concilio de Arlés
es el verdadero antecedente histórico para el Concilio de Nicea, también sujeto
a arbitrio imperial.
A partir del año 314 Constantino entra en una espiral filocristiana favoreciendo a dicha doctrina frente al resto. Entiende perfectamente que la religión es un arma formidable si consigue que esta respalde al Estado: gobernar al ciudadano no sólo legislativamente, sino también moralmente. Esta actitud lo enemista rápidamente con Licinio, más dado a la tolerancia hacia todas las religiones, que comienza a tener problemas con el fundamentalismo cristiano que se extiende por sus dominios a causa de Constantino. Este termina por atacarlo de forma unilateral arrancándole las provincias de Panonia y Mesia. Pero finalmente se acuerda una tregua de diez años. Al mismo tiempo Diocleciano muere en Salona, haciendo que la situación vuelva al principio de la sucesión hereditaria. En rigor, el concepto dinástico requiere un sólo emperador que imponga a su propia dinastía. Así que la guerra estalla en el 324, presentada por la tradición católica como una cruzada, cuando no deja de ser el mismo sistema de eliminación que se venía produciendo desde 312. Licinio es derrotado en Adrianópolis y luego en Asia Menor. Se rinde, siendo ejecutado junto a su hijo. Este acto, bárbaro en apariencia, restablece la concentración de poder imperial en una sola mano, asegurando la sucesión dinástica en esas mismas manos.
Una vez eliminados todos sus adversarios, que optaban a obtener el mando del Imperio, Constantino comienza a cimentar las bases para que ese mando que ahora ostenta no pueda ser discutible. Para ello primero crea una base que respalde a su dinastía, así que la llama segunda dinastía "flavia", sosteniendo que su padre era descendiente de Claudio II, el Gótico. Convencido de la necesidad de crear un gobierno respaldado por una religión de Estado, se lanza de lleno a la creación del Imperium Christianum. Las bases para ello las viene creando desde el 313, cuando comienza su actitud "césaropapista". Es más, él es el primero que acuña el concepto de Iglesia Católica, no San Pedro ni ningún otro santo, Constantino. En una carta enviada al procónsul de África, Anulino, a raíz del cisma donatista, se incluyen dos puntos que aclaran cuales son sus intenciones. Es el primer escrito en el que aparece el concepto de catholica ecclesia - es decir, universalmente reconocida- y la exención de sus clerici de las cargas (numera) curiales; la concesión de la inmunidad eclesiástica. Podría parecer que este acto fue gratuito, pero teniendo en cuenta que los cristianos, donatistas y no donatistas - aunque son los primeros lo que se apropian del término-, se consideran a si mismos soldados de Cristo - agonistici-, y que Constantino vislumbra ese Imperium Christianum, no sólo no se puede decir que es un acto gratuito sino que además se puede aseverar que fue interesado y, políticamente, muy acertado.
La creación intelectual del crisol de la cristiandad.
Si bien en el año 325 la religión más favorecida por el Estado, no sólo desde la ley, sino también de forma económica, es la cristiana, no deja de ser cierto que la religión más popular es el mitrianismo. El ferreo código moral cristiano y el fundamentalismo del que hacen gala los cristianos no atrae demasiado a una ciudadanía que acostumbra a cambiar de religión según sus preferencias, el tipo de celebraciones que practican, etc, etc. Esto se debe a la gran oferta religiosa que existe.
Hasta el año 320, el cristianismo es tolerado y favorecido, pero nunca convertido en la religión oficial del Estado. Es la época de compromiso con la antigua religión - Constantino seguía siendo pontifex maximus, impronta que remarca en el Crismón o Lábaro, estandarte militar de Constantino- y de equilibrio entre cristianos y paganos. Tanto es así que el Emperador tiene consejeros de varias religiones... pero por los cristianos tiene a Osio de Córdoba (256-357).
Esta figura, que parece pasar desapercibida en los libros de historia, siendo nombrada sólo de soslaire, jugará un gran papel en los hechos que desembocarían en el Concilio de Nicea. Para poder demarcar su carácter decir que, anteriormente, ya participa de forma activa en el Concilio de Elvira en Hispania. Concilio poco conocido en el que se trata la separación de las comunidades judías hispanas y estrictas prohibiciones para alejar a los cristianos de "ambientes" paganos. Estas prohibiciones afectaban desde la asistencia de cristianos a las carreras de cuadrigas hasta el culto imperial o la asistencia a fiestas promovidas por otras religiones - no he logrado encontrar cual sería el castigo para quienes obviaran estas prohibiciones-. Entre sus 81 cánones, todos disciplinares, se encuentra la ley eclesiástica más antigua concerniente al celibato del clero, la institución de las vírgenes consagradas (virgines Deo sacratae), referencias al uso de imágenes - cuya interpretación aún es muy discutida-, temas como el matrimonio, bautismo, ayuno, excomunión, enterramiento, vigilias, o cumplimiento de la obligación de asistir a misa. Pero no adelantemos acontecimientos...
Constantino se da perfecta cuenta de que si quiere un respaldo religioso a su política, si pretende conseguir el gobierno del hombre por la ley y la moral, necesita no sólo respaldar su dinastía, ser pontifex maximus o ejercer el cesaropapismo. Es menester que las diferentes religiones admitan el origen divino de su poder, no porque sea dios, sino porque dios así quería que fuera. Necesitaque las diferentes religiones respalden al Estado y unifiquen criterios que le sean más provechosos al Imperio. Precisa que las distintas religiones unifiquen criterios en vez de entrar en una guerra abierta por los creyentes. En parte ya lo está consiguiendo con el mitrianismo - Sol Invictus- y el cristianismo. Un buen ejemplo de ello es que el Festival del Nacimiento del Sol Inconquistado (Dies Natalis Solis Invicti) se celebraba cuando la luz del día aumentaba tras el sosticio de invierno, en alusión al "renacimiento" del sol. Este Festival corría desde el 22 al 25 de diciembre... -¿Les suena?-, curiosamente resulta que es a partir del Concilio de Nicea cuando queda sentado que el 25 de diciembre es la fecha del nacimiento de Cristo - no de Jesús, de Cristo-. También quisiera señalar que el gorro que usaran obispos, arzobispos y el mismo Papa, la mitra, tiene su origen en el tocado de dignidad que llevaban los sacerdotes de Mitra y, posteriormente, los sacerdotes persas que vestían de blanco - es evidente que el tocado no era, ni mucho menos, parecido a lo que, hacia el siglo V, se usaba en la Iglesia Oriental, que no pasaba de ser un bonete semiovoide. Pero su origen está claro y es indiscutible-. Incluso el halo que aparece en las figuras de los santos rodeando su cabeza es una copia del que aparece alrededor de la cabeza del auriga del carro del Sol Invicto.
Para el Emperador no existía problema a la hora de reunir a las diferentes religiones paganas. El problema era, precisamente, meter en el saco a los cristianos. Y Arrio fue la excusa perfecta. No se puede decir que Constantino engañara a los cristianos, sin duda Osio tenía muy claro cual era el fin último del Concilio que el Emperador quería hacer, pero también tenía muy claro que las ventajas para el cristianismo de esa unificación de doctrinas que diera lugar a un credo universal eran muchas, siempre y cuando todo lo aprobado en Elvira pudiera ser impuesto, y, de paso, se quitaba de enmedio no sólo a Arrio, que se estaba convirtiendo en un verdadero problema en las diosesis orientales, sino a otras muchas "herejías" incipientes basadas en los diferentes evangelios que pululaban por el imperio. Aquí Constantino también da muestras sobradas de ser un hombre de Estado. La doctrina arriana le es más simpática que la fundamentalista ostentada por Osio - el arrianismo es más acorde con su concepto de monarquía divina, el Hijo subordinado al Padre, al igual que el César al Augusto-, pero entiende que es necesario perder algo para ganar mucho.
A partir del año 314 Constantino entra en una espiral filocristiana favoreciendo a dicha doctrina frente al resto. Entiende perfectamente que la religión es un arma formidable si consigue que esta respalde al Estado: gobernar al ciudadano no sólo legislativamente, sino también moralmente. Esta actitud lo enemista rápidamente con Licinio, más dado a la tolerancia hacia todas las religiones, que comienza a tener problemas con el fundamentalismo cristiano que se extiende por sus dominios a causa de Constantino. Este termina por atacarlo de forma unilateral arrancándole las provincias de Panonia y Mesia. Pero finalmente se acuerda una tregua de diez años. Al mismo tiempo Diocleciano muere en Salona, haciendo que la situación vuelva al principio de la sucesión hereditaria. En rigor, el concepto dinástico requiere un sólo emperador que imponga a su propia dinastía. Así que la guerra estalla en el 324, presentada por la tradición católica como una cruzada, cuando no deja de ser el mismo sistema de eliminación que se venía produciendo desde 312. Licinio es derrotado en Adrianópolis y luego en Asia Menor. Se rinde, siendo ejecutado junto a su hijo. Este acto, bárbaro en apariencia, restablece la concentración de poder imperial en una sola mano, asegurando la sucesión dinástica en esas mismas manos.
Una vez eliminados todos sus adversarios, que optaban a obtener el mando del Imperio, Constantino comienza a cimentar las bases para que ese mando que ahora ostenta no pueda ser discutible. Para ello primero crea una base que respalde a su dinastía, así que la llama segunda dinastía "flavia", sosteniendo que su padre era descendiente de Claudio II, el Gótico. Convencido de la necesidad de crear un gobierno respaldado por una religión de Estado, se lanza de lleno a la creación del Imperium Christianum. Las bases para ello las viene creando desde el 313, cuando comienza su actitud "césaropapista". Es más, él es el primero que acuña el concepto de Iglesia Católica, no San Pedro ni ningún otro santo, Constantino. En una carta enviada al procónsul de África, Anulino, a raíz del cisma donatista, se incluyen dos puntos que aclaran cuales son sus intenciones. Es el primer escrito en el que aparece el concepto de catholica ecclesia - es decir, universalmente reconocida- y la exención de sus clerici de las cargas (numera) curiales; la concesión de la inmunidad eclesiástica. Podría parecer que este acto fue gratuito, pero teniendo en cuenta que los cristianos, donatistas y no donatistas - aunque son los primeros lo que se apropian del término-, se consideran a si mismos soldados de Cristo - agonistici-, y que Constantino vislumbra ese Imperium Christianum, no sólo no se puede decir que es un acto gratuito sino que además se puede aseverar que fue interesado y, políticamente, muy acertado.
La creación intelectual del crisol de la cristiandad.
Si bien en el año 325 la religión más favorecida por el Estado, no sólo desde la ley, sino también de forma económica, es la cristiana, no deja de ser cierto que la religión más popular es el mitrianismo. El ferreo código moral cristiano y el fundamentalismo del que hacen gala los cristianos no atrae demasiado a una ciudadanía que acostumbra a cambiar de religión según sus preferencias, el tipo de celebraciones que practican, etc, etc. Esto se debe a la gran oferta religiosa que existe.
Hasta el año 320, el cristianismo es tolerado y favorecido, pero nunca convertido en la religión oficial del Estado. Es la época de compromiso con la antigua religión - Constantino seguía siendo pontifex maximus, impronta que remarca en el Crismón o Lábaro, estandarte militar de Constantino- y de equilibrio entre cristianos y paganos. Tanto es así que el Emperador tiene consejeros de varias religiones... pero por los cristianos tiene a Osio de Córdoba (256-357).
Esta figura, que parece pasar desapercibida en los libros de historia, siendo nombrada sólo de soslaire, jugará un gran papel en los hechos que desembocarían en el Concilio de Nicea. Para poder demarcar su carácter decir que, anteriormente, ya participa de forma activa en el Concilio de Elvira en Hispania. Concilio poco conocido en el que se trata la separación de las comunidades judías hispanas y estrictas prohibiciones para alejar a los cristianos de "ambientes" paganos. Estas prohibiciones afectaban desde la asistencia de cristianos a las carreras de cuadrigas hasta el culto imperial o la asistencia a fiestas promovidas por otras religiones - no he logrado encontrar cual sería el castigo para quienes obviaran estas prohibiciones-. Entre sus 81 cánones, todos disciplinares, se encuentra la ley eclesiástica más antigua concerniente al celibato del clero, la institución de las vírgenes consagradas (virgines Deo sacratae), referencias al uso de imágenes - cuya interpretación aún es muy discutida-, temas como el matrimonio, bautismo, ayuno, excomunión, enterramiento, vigilias, o cumplimiento de la obligación de asistir a misa. Pero no adelantemos acontecimientos...
Constantino se da perfecta cuenta de que si quiere un respaldo religioso a su política, si pretende conseguir el gobierno del hombre por la ley y la moral, necesita no sólo respaldar su dinastía, ser pontifex maximus o ejercer el cesaropapismo. Es menester que las diferentes religiones admitan el origen divino de su poder, no porque sea dios, sino porque dios así quería que fuera. Necesitaque las diferentes religiones respalden al Estado y unifiquen criterios que le sean más provechosos al Imperio. Precisa que las distintas religiones unifiquen criterios en vez de entrar en una guerra abierta por los creyentes. En parte ya lo está consiguiendo con el mitrianismo - Sol Invictus- y el cristianismo. Un buen ejemplo de ello es que el Festival del Nacimiento del Sol Inconquistado (Dies Natalis Solis Invicti) se celebraba cuando la luz del día aumentaba tras el sosticio de invierno, en alusión al "renacimiento" del sol. Este Festival corría desde el 22 al 25 de diciembre... -¿Les suena?-, curiosamente resulta que es a partir del Concilio de Nicea cuando queda sentado que el 25 de diciembre es la fecha del nacimiento de Cristo - no de Jesús, de Cristo-. También quisiera señalar que el gorro que usaran obispos, arzobispos y el mismo Papa, la mitra, tiene su origen en el tocado de dignidad que llevaban los sacerdotes de Mitra y, posteriormente, los sacerdotes persas que vestían de blanco - es evidente que el tocado no era, ni mucho menos, parecido a lo que, hacia el siglo V, se usaba en la Iglesia Oriental, que no pasaba de ser un bonete semiovoide. Pero su origen está claro y es indiscutible-. Incluso el halo que aparece en las figuras de los santos rodeando su cabeza es una copia del que aparece alrededor de la cabeza del auriga del carro del Sol Invicto.
Para el Emperador no existía problema a la hora de reunir a las diferentes religiones paganas. El problema era, precisamente, meter en el saco a los cristianos. Y Arrio fue la excusa perfecta. No se puede decir que Constantino engañara a los cristianos, sin duda Osio tenía muy claro cual era el fin último del Concilio que el Emperador quería hacer, pero también tenía muy claro que las ventajas para el cristianismo de esa unificación de doctrinas que diera lugar a un credo universal eran muchas, siempre y cuando todo lo aprobado en Elvira pudiera ser impuesto, y, de paso, se quitaba de enmedio no sólo a Arrio, que se estaba convirtiendo en un verdadero problema en las diosesis orientales, sino a otras muchas "herejías" incipientes basadas en los diferentes evangelios que pululaban por el imperio. Aquí Constantino también da muestras sobradas de ser un hombre de Estado. La doctrina arriana le es más simpática que la fundamentalista ostentada por Osio - el arrianismo es más acorde con su concepto de monarquía divina, el Hijo subordinado al Padre, al igual que el César al Augusto-, pero entiende que es necesario perder algo para ganar mucho.
Nicea
El Concilio de Nicea se celebra en el 325 en la ciudad de la que toma nombre - la actual Iznik-, en Asia Menor. Lo convoca directamente el Emperador Constantino, y las fuentes eclesiásticas dan por cierto que por consejo de Osio de Córdoba. "Son las mismas fuentes que no reconocen la asistencia al Concilio de Nicea de otras sectas y religiones. Sin embargo esto no es discutible dado que las decisiones tomadas en este Concilio unifican en el credo cristiano diferentes tradiciones que nada tenían que ver con el cristianismo hasta su celebración: la fecha de la Navidad es un buen ejemplo (...)" - Reverendo Robert Taylor, The Diegesis: Being a Discovery of the Origin, Evidences, and Early History of Christianity. Never yet before or Elsewhere So Fully and Faithfully Se, Kyla (Montana), Kessinger Publishing Company, 1997-.
El Concilio de Nicea fue una verdadera cumbre que reunió a los líderes cristianos de Alejandría, Antioquía, Atenas, Jerusalén y Roma, junto a los máximos representantes del resto de las sectas y religiones más representativas en el ámbito del Imperio romano - Apolo, Deméter/Ceres, Dioniso/Baco, Jano, Júpiter/Zeus, Oannes/Dagón, Osiris e Isis y, por supuesto, el Sol Invictus, este último representado por el propio Emperador-. En este aspecto es revelador que se guarden las actas del Concilio de Elvira, así como lista fiel de asistentes y de los cánones que se aprobaron allí, pero resulta que las actas de Nicea - Concilio a todas luces más importante-, así como los cánones resultantes estén tan rodeados de controversia. Por poner un ejemplo, resulta que la mayoría de los cánones que, supuestamente, se aprueban en Nicea son un calco de los aprobados en Elvira - tanto es así que las fuentes eclesiásticas han intentado hacer pasar el Concilio de Elvira como posterior a Nicea. Pero resulta que sus actas, en las que se recogen los cánones y el nombre de los asistentes, están fechadas, así que no cuela-, y ninguno de ellos hace referencia ni directa ni indirecta a la fecha de celebración de la Navidad, cuando se sabe a ciencia cierta que el 25 de diciembre es impuesto como tal en Nicea.
Tampoco parece que haya una posición clara de quienes asisten a dicho Concilio, cosa que no ocurre con ningún otro, ni anterior - Concilio de Arlés, Concilio de Elvira, etc-, ni posterior. Hasta hace poco más de 40 años la iglesia negaba que existieran listas de asistentes. Es entonces cuando se, digámoslo así, matiza lo dicho, porque esas fuentes se negaban a si mismas, que sí reconocían que hubo que firmar un documento de adhesión al Credo que fue aprobado por casi todos los asistentes - se conocía hasta los nombres de los dos asistentes que no lo firmaron: Teón de Marmárica y Segundo de Tolomeo-. Las fuentes eclesiásticas reconocen que "Las listas de firmantes han llegado hasta nosotros muy mutiladas, desfiguradas por los errores de los copistas (...)" - Enciclopedia Católica-, algo que, visto lo visto, es más que lógico. El estudio de dichas listas sólo ha sido permitido a H.Gelzer, H.Hilgenfeld, O.Contz y C.H.Turner, dando lugar al reconocimiento de unos 220 nombres, aunque, cosa extraña, en las listas aparece el nombre del firmante, diósesis, filiación y... ¡Su religión! (¿...?).
Pero este Concilio no sólo es curioso por eso. El "Milagro" de Nicea también permitió quitar de enmedio 266 evangelios mediante la "intervención divina", que consistió en poner los 270 evangelios bajo una mesa del salón del Concilio, cerrar la puerta con llave y pedir a los Obispos que rezaran durante toda la noche para que dios pusiera sobre la mesa aquellos que fueran inspirados por él. Claro que, a falta de actas, tampoco sabemos quien guardó la llave durante la noche. Lo cierto es que a la mañana siguiente los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan estaban sobre la mesa. Sobrenatural o no, el responsable del "milagro" debió de haber ponderado mejor la elección de estos cuatro evangelios, pues los escogidos incurren en abundantes contradicciones lo que hace imposible que sean, por llamarlo de alguna manera, fiables. Por ejemplo, en el evangelio de Mateo se afirma que el nacimiento de Jesús fue dos años antes de la muerte de Herodes, mientras que si es a Lucas a quien tenemos que hacer caso, Herodes llevaría nueve años muerto en el momento del nacimiento de Cristo. ESto, que podría ser incluso cómico, la elección de esos cuatro evangelios de entre los 270 existentes, tuvo como consecuencia la muerte de decenas de miles de cristianos durante los tres años siguientes a la finalización del Concilio, porque la posesión de cualquiera de los 266 restantes se tipificó como un delito capital - Lloyd Graham, Deceptions and myths of the Bible, Nueva York, Citadel Press, 1991-.
Sin embargo, lo más importante es que lo que resulta del Concilio de Nicea es el catolicismo, con variaciones bastante pequeñas, que hoy día conocemos. Aparece de forma efectiva lo que será, ya para los restos, la catholica ecclesia, no sólo como concepto sino con un refinamiento en cuanto a organización que jamás había tenido ninguna otra organización religiosa, ni lo tendrá después. Se aprueba todo lo relativo a las elecciones episcopales, los patriarcas y su jurisdicción, todo lo relativo a la excomunión, la prohibición de abandono de sus iglesias por parte de los clérigos, así como la prohibición de que Obispos, sacerdotes y diáconos pasen de una iglesia a otra. En este concilio se llegan a sentar incluso las bases de la liturgia que hoy día conocemos... pero también se le dan poderes a la nueva iglesia para embarcarse en una campaña de censura a gran escala destinada a silenciar a millones de disidentes a través del asesinato, la quema de libros, la destrucción de obras de arte, la desacralización de templos, la eliminación de documentos, inscripciones o cualquier otro posible indicio que pudiera poner en duda su derecho a ejercer el gobierno del espíritu del hombre, y que condujo a occidente a unos niveles de ignorancia desconocidos desde el nacimiento de la civilización grecoromana - "A fin de oculta rel hecho de que no existía base histórica alguna que justificase sus ficciones teológicas, el sacerdocio cristiano tuvo que recurrir al deleznable crimen de destruir casi cualquier traza de lo ocurrido durante los dos primeros siglos de la era cristiana. Lo poco que fue permitido que llegase hasta nosotros lo habían alterado y distorsionado hasta dejarlo por completo carente de cualquier valor histórico" Jonathan M. Roberts, Antiquity unveiled: ancient voices from the spirit realms, Mokelumne Hill (California), Health Research Books, 1970-.
La consumación del "Imperium Christianum"
Por su parte Constantino consigue aquello que se había propuesto, la creación de una religión de Estado que respaldará su poder, y con el tiempo el de todas las monarquías europeas siempre y cuando sean católicas, como entregado por el propio dios. Sin embargo, pasan muy pocos años entre un Constantino, monarca que preside un Concilio que ha logrado hacer a su medida y en los términos que pretende, intentando estatalizar a la religión que nace de dicho Concilio, y esta carta enviada por un Osio dejando claro cual era el espíritu de aquellos que, como supuestos defensores de la fe, acudieron a Nicea: "Yo fui confesor de la fe cuando la persecución de tu abuelo Maximiano. Si tú la reiteras, estoy dispuesto a padecerlo todo antes que a derramar sangre inocente ni ser traidor a la verdad. Haces mal en escribir tales cosas y en amenazarme (...) Dios te confió el Imperio, a nosotros las cosas de la Iglesia (...) Ni a nosotros es lícito tener potestad en la tierra, ni tú, Emperador, la tienes en lo sagrado..." La historia, y a las pruebas me remito, desdijo a Osio e hizo salir las verdaderas intenciones de la iglesia, dando la vuelta a aquella tortilla que tan bien creyó hacer Constantino. Todo ello en menos de cien años.
sábado, 27 de abril de 2013
Concilio de Nicea II parte
Todo
esto podría parecer muy complicado a simple vista, pero es más sencillo de lo
que parece. Imagínense que en el año 308 siete emperadores tenían, más bien
pretendían tener el título de Augusto: Maximiano, Galerio, Constantino,
Majencio, Maximino Daia y Licinio. Incluso Domicio Alejandro, en África, se
vistió de púrpura. Evidentemente la situación se solucionó a base de
eliminación, nunca mejor dicho, de candidatos. Maximiano fue asesinado
precisamente por Constantino, su propio yerno, en el año 310. En el 311 Galerio
muere de enfermedad, no sin antes publicar un edicto de tolerancia religiosa
hacia los cristianos, a los que persiguió enconadamente por servir de espías
para sus adversarios. Ese mismo año un prefecto de Majencio asesina a
Alejandro. Estos hechos dejan camino expedito a Constantino y Majencio en el
Oeste, y a Licinio y Maximo Daia en el Este.
Lo cierto es que la figura de Majencio ha sido considerada como la de un usurpador por todos los historiadores, y como la de un tirano y asesino de cristianos por parte de las fuentes eclesiásticas. Lo primero es cierto, lo segundo no podría estar más lejos de la realidad. Majencio, de hecho, siempre practicó políticamente la tolerancia religiosa. Y tiene su lógica dado que los problemas que lo obligaban a gobernar al día, con el único apoyo de los pretorianos y del pueblo romano - la plebe-, no así de los elementos senatoriales que no veían con buenos ojos la fiscalidad impuesta a sus patrimonios, a lo que hay que sumar la pérdida de Hispania a manos de Constantino, y la falta de avituallamiento de Roma por culpa de los disturbios causados por Alejandro en África, no le permitían preocuparse por quien y que religión se practicaba.
Sin embargo, quien tomó la iniciativa que restablecería la unidad imperial fue Constantino, demostrando ser el mejor estratega de los cuatro en liza. Sabía que Licinio, responsable de la península balcánica, no intervendría ya que había llegado a un entendimiento con Maximino, así que invadió Italia por los Alpes y derrotó en el Puente Milvio a Mejencio el 28 de octubre de 312. La tradición católica entiende esa victoria como milagrosa e incluso dice que las legiones adoptaron la cruz como emblema para ir a la batalla, in hoc signo vinces. Pero la realidad es que el milagro habría sido que Majencio hubiese podido vencer a las legiones sólo con sus pretorianos, por no hablar de que las legiones mandadas por Constantino portaban como estandarte un esbozo de lo que más tarde pasaría a ser el Crismón o Lábaro, estandarte militar de Constantino, no la cruz, que como símbolo cristiano no fue usado jamás, y como símbolo católico no es usado hasta bien entrado el siglo VII. Es más, la cruz como símbolo era repudiado por los cristianos por su origen simbológico pagano ("Los cristianos incluso repudiaban la cruz debido a su origen pagano. [...] Ninguna de las imágenes más antiguas de Jesús lo representan en una cruz, sino como un dios pastor a la usansa de Osiris o Hermes, portando un cordero" - Barbara Walker, The womans enciclopedia of myths and secrets, San Francisco, Harper and Row, 1993-).
Constantino llega a un acuerdo con Licinio, más dado a negociar que a luchar, para repartirse el pastel, ganando a su causa a todos los grupos religiosos que pululan por el Imperio con el Edicto de Milán de 313. Para empezar la idea no parte de Constantino, sino de Licinio, que ya en el 311 había usado el mismo sistema firmando junto a Galieno un edicto de tolerancia para apaciguar a los grupos religiosos de sus ámbitos gubernamentales. Este primer edicto de 311, firmado por Licinio y Galieno, es obviado por las fuentes eclesiásticas de forma interesada, tomando el firmado en 313 como de libertad de culto para los cristianos en exclusiva y dando como impulsor del mismo a Constantino. Lo cierto es que tanto el de 311 como el de 313 son edictos de tolerancia religiosa para todas y cada una de las religiones que existen en ese momento, no sólo para los cristianos.
Este entente entre Constantino y Licinio dejó a Maximino Daia aislado. El edicto consiguió que las diferentes religiones en los territorios de este último se volvieran más belicosas e incluso inspiraran revueltas. Esto sumado a su débil posición estratégica dio como resultado su derrota en Adrianópolis a manos de Licinio ese mismo año 313. Maximino Daia es considerado por fuentes eclesiásticas como un acérrimo perseguidor de cristianos (¿...?). El Imperio volvía a tener los Augustos precisos. Licinio se convirtió en cuñado de Constantino al casarse con su hermana. Pero sólo eran aliados en apariencia.
La necesidad de creación del "Imperium Christianum" (306-379)
Lo cierto es que la figura de Majencio ha sido considerada como la de un usurpador por todos los historiadores, y como la de un tirano y asesino de cristianos por parte de las fuentes eclesiásticas. Lo primero es cierto, lo segundo no podría estar más lejos de la realidad. Majencio, de hecho, siempre practicó políticamente la tolerancia religiosa. Y tiene su lógica dado que los problemas que lo obligaban a gobernar al día, con el único apoyo de los pretorianos y del pueblo romano - la plebe-, no así de los elementos senatoriales que no veían con buenos ojos la fiscalidad impuesta a sus patrimonios, a lo que hay que sumar la pérdida de Hispania a manos de Constantino, y la falta de avituallamiento de Roma por culpa de los disturbios causados por Alejandro en África, no le permitían preocuparse por quien y que religión se practicaba.
Sin embargo, quien tomó la iniciativa que restablecería la unidad imperial fue Constantino, demostrando ser el mejor estratega de los cuatro en liza. Sabía que Licinio, responsable de la península balcánica, no intervendría ya que había llegado a un entendimiento con Maximino, así que invadió Italia por los Alpes y derrotó en el Puente Milvio a Mejencio el 28 de octubre de 312. La tradición católica entiende esa victoria como milagrosa e incluso dice que las legiones adoptaron la cruz como emblema para ir a la batalla, in hoc signo vinces. Pero la realidad es que el milagro habría sido que Majencio hubiese podido vencer a las legiones sólo con sus pretorianos, por no hablar de que las legiones mandadas por Constantino portaban como estandarte un esbozo de lo que más tarde pasaría a ser el Crismón o Lábaro, estandarte militar de Constantino, no la cruz, que como símbolo cristiano no fue usado jamás, y como símbolo católico no es usado hasta bien entrado el siglo VII. Es más, la cruz como símbolo era repudiado por los cristianos por su origen simbológico pagano ("Los cristianos incluso repudiaban la cruz debido a su origen pagano. [...] Ninguna de las imágenes más antiguas de Jesús lo representan en una cruz, sino como un dios pastor a la usansa de Osiris o Hermes, portando un cordero" - Barbara Walker, The womans enciclopedia of myths and secrets, San Francisco, Harper and Row, 1993-).
Constantino llega a un acuerdo con Licinio, más dado a negociar que a luchar, para repartirse el pastel, ganando a su causa a todos los grupos religiosos que pululan por el Imperio con el Edicto de Milán de 313. Para empezar la idea no parte de Constantino, sino de Licinio, que ya en el 311 había usado el mismo sistema firmando junto a Galieno un edicto de tolerancia para apaciguar a los grupos religiosos de sus ámbitos gubernamentales. Este primer edicto de 311, firmado por Licinio y Galieno, es obviado por las fuentes eclesiásticas de forma interesada, tomando el firmado en 313 como de libertad de culto para los cristianos en exclusiva y dando como impulsor del mismo a Constantino. Lo cierto es que tanto el de 311 como el de 313 son edictos de tolerancia religiosa para todas y cada una de las religiones que existen en ese momento, no sólo para los cristianos.
Este entente entre Constantino y Licinio dejó a Maximino Daia aislado. El edicto consiguió que las diferentes religiones en los territorios de este último se volvieran más belicosas e incluso inspiraran revueltas. Esto sumado a su débil posición estratégica dio como resultado su derrota en Adrianópolis a manos de Licinio ese mismo año 313. Maximino Daia es considerado por fuentes eclesiásticas como un acérrimo perseguidor de cristianos (¿...?). El Imperio volvía a tener los Augustos precisos. Licinio se convirtió en cuñado de Constantino al casarse con su hermana. Pero sólo eran aliados en apariencia.
La necesidad de creación del "Imperium Christianum" (306-379)
miércoles, 24 de abril de 2013
El Concilio de Nicea I parte
PRIMER CONCILIO ECUMÉNICO DE NICEA.
En Primer lugar vale la pena decir que Nicea es una ciudad de Macedonia lugar de Nacimiento del Emperador Constantino.
Fecha del Concilio: 325, Año del Señor.
Número de Padres Conciliares: 318.
Este concilio condenó a Arrio como hereje, puesto que Arrio enseñó que si un hijo es real, entonces un padre debería existir antes que el hijo; por esta razón es que el Padre Divino debió haber existido antes que el Hijo Divino; por ello hubo un tiempo cuando el Hijo no existió, de forma que el Hijo es una criatura de Dios Padre, la más grande, la más antigua y la más perfecta en todo el mundo.
Este Concilio Ecuménico lo presidió el emperador Constantino.
El siglo IV asistió a una de las grandes revoluciones en los acontecimientos del mundo: el reconocimiento del cristianismo por parte del Imperio romano. Aunque no era cristiano, Constantino atribuyó al Dios de los cristianos y al signo de la cruz, que había visto en sueños la noche anterior, la victoria en la batalla decisiva que iba a llevarle al trono imperial. Para colmo y regocijo de los cristianos, en el 313 d.C. este taimado maestro de la realpolitik, junto con Licinio, augusto como él, garantizó la libertad religiosa ilimitada para todo el imperio. Además, en el 315 se abolió el castigo de la crucifixión, en el 321 se introdujo el domingo como festividad oficial y se aceptó que la iglesia disfrutara de su patrimonio y, por último, en el 325 se convirtió en Emperador único de la totalidad del Imperio, convocando, a la sazón, el primer concilio ecuménico – esto es, universal – que se celebró en su residencia de Nicea, en Bizancio.
Es evidente que el hecho histórico más relevante en el siglo IV, tras la restauración del Estado llevada a cabo por Dioclesiano, es la conversión del cristianismo en el catolicismo, siendo, de la noche a la mañana, la religión sociológicamente dominante del mundo mediterráneo. Si a principios de siglo el cristianismo no deja de ser una más de las tantas religiones de salvación de origen oriental existentes en el Imperio, mediado el mismo y tras su reconversión en catolicismo, se transforma en una marea que lo engulliría, mediatizaría y estrangularía todo, desde la misma sociedad, hasta la cultura y, por supuesto, la política. Ese cambio, sin embargo, no se produjo sin una profunda crisis que queda reflejada en el pensamiento histórico y literario de la época.
Esto sería inexplicable sin la figura de Constantino (306-337) como emperador de oriente. Es más, si el reinado de Constantino no hubiera tenido lugar, el catolicismo no existiría. Como figura histórica Constantino vive una época convulsa y tremendamente complicada, lo que refuerza su imagen de hombre inteligente que no sólo fue un gran militar y estratega, sino también un político hasta la médula. Todo ello sin obviar el carácter severo, violento y de ostentación que marcaron a casi todos los emperadores del imperio.
Hay que trasladarse hasta el 1 de mayo de 305, cuando Diocleciano abdica, para ver a las claras como la crisis del sistema llamado Tetrarquía (dos césares y dos Augustos) se hace evidente. La retirada de los dos Augustos implicaba de forma directa la trascendencia del poder imperial, no inherente a quien lo ejerciera. Por lo tanto, los dos Césares pasaron a ser Augustos (Constancio y Galerio, ostentando aquel el titulum primi nominis, la preeminencia moral sobre el título de Emperador), y se nombran dos nuevos Césares: Maximino para oriente y Severo para occidente. El equilibrio del sistema es precario, siempre lo fue, pero ahora lo es más que nunca. El mecanismo de poder, mal fundamentado por Diocleciano, mezcla dos reglas incompatibles: la elección subjetiva y arbitraria del aspirante - derecho de este en el sistema de sucesión del Augusto-, y el automatismo propio del sistema monárquico - hereditario por primogenitura-. Esto sólo dio lugar a una serie de luchas, principalmente por la exclusión del sistema en el 305 de los hijos de aquellos que fueron Augustos y Césares. En ese alzamiento, Constantino, hijo de Constancio, logra controlar la Galia e Hispania, siendo nombrado César por Severo - quien termina siendo asesinado por los propios pretorianos que nombran Augusto a Majencio, hijo de Maximiano-. Para terminar de arreglar el desaguisado Diocleciano nombra a un Augusto occidental por su cuenta, Licinio, en 308.
martes, 23 de abril de 2013
Los Evangelios, 3 parte.
Origen de los evangelios canónicos
Evangelio según Juan
Juan es sin duda el último de los
evangelios canónicos, de fecha bastante más tardía que los sinópticos. En él,
los milagros no son presentados como tales sino como «signos», es decir, gestos
que tienen una significación más profunda: revelar la gloria de Jesús (ver
Rivas, L.H., El Evangelio de Juan). La hipótesis elaborada
por Rudolf Bultmann (Das Evangelium des Johannes, 1941) postula que el autor de
este evangelio tuvo a su disposición una fuente, oral o escrita, sobre los
«signos» de Cristo, independiente de los evangelios sinópticos, que ha sido
denominadaEvangelio de los Signos, cuya existencia es
meramente hipotética.
Autoría de los evangelios canónicos
Tradicionalmente se atribuye la autoría de
los evangelios a Mateo, apóstol de Jesús, a Marcos discípulo de Pedro, a Lucas,
médico de origen sirio discípulo de Pablo de Tarso y a Juan apóstol de Jesús.
Sin embargo, hasta hoy no ha sido determinada aún la autoría real de cada
evangelio.
En el seno de la Iglesia Católica, el Concilio
Vaticano II en su Constitución Dei Verbum señaló que «la Iglesia siempre ha
defendido y defiende que los cuatro evangelios tienen origen apostólico. Pues
lo que los Apóstoles predicaron por mandato de Cristo, luego, bajo la
inspiración del Espíritu Santo, ellos y los varones apostólicos nos lo
transmitieron por escrito, fundamento de la fe, es decir, el evangelio en
cuatro redacciones, según Mateo, Marcos, Lucas y Juan»
Fechas de los evangelios canónicos
No hay acuerdo acerca de las fechas
exactas en que fueron redactados. La mayoría de los expertos considera que los
evangelios canónicos fueron redactados en la segunda mitad del siglo
I d. C., alrededor de medio siglo después de la desaparición de Jesús
de Nazaret, aunque muchos expertos consideran que fueron redactados antes de la
destrucción del Templo de Jerusalén (p.e. J.A.T. Robinson en su libro Redating
the New Testament, J. Carrón García y J.M. García Pérez en su obra ¿Cuándo
fueron escritos los evangelios?, entre otros)
También existe una minoría que propone que
los evangelios fueron redactados tras la destrucción definitiva de Jerusalén
durante el reinado de Adriano.
Raymond E. Brown, en su libro An
Introduction to the New Testament, considera que las fechas más aceptadas
son:
·
Marcos: d.c. 68–73.
·
Mateo:d.c. 70–100 (aunque algunos autores, que no aceptan la prioridad de
Marcos, sitúan su redacción en una fecha anterior al año 70).
·
Lucas: d.c. 80–100 (una mayoría de estudiosos lo data en torno al años 85).
·
Juan:d.c. 90–110. (fecha propuesta por C.K. Barrett; R.E. Brown no ofrece una
fecha consensuada para el evangelio de Juan).
Estas fechas están basadas en el análisis
de los textos y su relación con otras fuentes.
En cuanto a la información que nos
proporciona la arqueología, el manuscrito más antiguo de los evangelios es el
llamado papiro P52, que contiene una breve sección del evangelio de Juan (Juan 18:
31-33,37-38). Según los papirólogos, y sobre la base del estilo adriánico de escritura, dataría de la
primera mitad del siglo II, aunque no existe consenso total acerca de la fecha
exacta.De todos modos, el
lapso que separa la fecha de redacción tentativa del manuscrito original de
Juan respecto de la del papiro P52, considerado la copia sobreviviente más
antigua, es extraordinariamente breve, si se compara con la de otros manuscritos
de la antigüedad preservados. Y esto se constata – en menor grado - en todos
los evangelios cuyas copias más antiguas guardan menos de un siglo de
diferencia respecto de la fecha estimada de redacción de sus originales.
Armonización y concordismo
La «armonización» fue un recurso
utilizado cuando se buscaba la forma de «forzar» textos de los evangelios que
parecen contradecirse o que no están totalmente de acuerdo entre sí, para que
parezca que expresan lo mismo. De allí el nombre de «problema armónico», con el
que se refería la dificultad para reunir los cuatro relatos evangélicos en uno
solo.
Uno de los ejemplos más famosos fue el «Diatéssaron»,
nombre griego que se podría traducir como «formado por cuatro». Se trata de una
obra griega escrita entre los años 165 y 170 por el autor sirio Taciano, que consiste en un solo evangelio
compuesto con elementos tomados de los cuatro evangelios canónicos, y
posiblemente también de alguna fuente apócrifa. Taciano eliminó las
repeticiones y armonizó los textos para ocultar las posibles discrepancias que
se encuentran en los evangelios.
Esa obra tuvo mucha popularidad en la
Iglesia de lengua aramea, hasta llegar a convertirse en el evangelio de las
Iglesias de Siria. Efrén de Siria (306-373) escribió
un comentario al Diatéssaron que se conserva en la actualidad. Pero por las
armonizaciones y omisiones, la obra de Taciano no refleja fielmente el texto de
los evangelios. Por otra parte, al mostrar un evangelio «único», no permite ver
el mensaje propio que ofrece cada uno de los evangelistas. Por esa razón, se
ordenó en el siglo V que se volvieran a leer los evangelios por separado.
El «concordismo» fue otro recurso
que se utilizó cuando ciertos textos bíblicos en general, que reflejan
conceptos científicos de épocas en las que las ciencias estaban mucho menos
desarrolladas, son presentados de manera forzada para que expresen lo mismo que
dice la ciencia en la actualidad.
Estos recursos, utilizados en otros
tiempos con cierta frecuencia hasta llegar a ser populares, han sido dejados
totalmente de lado en la actualidad. Los evangelios recogen las predicaciones
apostólicas que se desarrollaron a partir de la persona de Jesús de Nazaret, y su finalidad se vincula al anuncio de la salvación, no a la
proclamación de verdades científicas en general. Esto no impide que los
evangelios puedan ser analizados además como cualquier material antiguo
(crítica histórico-literaria, crítica textual, etc.), pero el objetivo de su
redacción se sitúa en otro plano.
viernes, 19 de abril de 2013
Los Evangelios 2º parte
La historia del desarrollo de los
evangelios es confusa, existiendo varias teorías acerca de su composición, como
se expone a continuación. Los análisis de los estudiosos se han centrado en lo
que se llama el problema sinóptico, es decir, las relaciones literarias existentes entre
los tres evangelios sinópticos, Mateo, Lucas y Marcos.
La teoría que ha obtenido el mayor consenso
es la «teoría de las dos fuentes».
Teoría de las dos fuentes
Las diferencias y semejanzas entre los
evangelios sinópticos se han explicado de diferentes formas. Una de las teorías
más extendidas es la llamada «teoría de las dos fuentes». Según esta teoría,
Marcos es el evangelio más antiguo de los tres, y fue utilizado como fuente por
Mateo y Lucas, lo que puede explicar la gran cantidad de material común a los
tres sinópticos. Sin embargo, entre Lucas y Mateo se han observado
coincidencias que no aparecen en Marcos; se han atribuido a una hipotética
fuente Q (del alemán Quelle, fuente) o protoevangelio Q, que consistiría básicamente
en una serie de logia («dichos», es decir, «enseñanzas» de
Jesús), sin elementos narrativos. El descubrimiento en Nag Hammadi del evangelio de Tomás, recopilación de dichos atribuidos a Jesús,
contribuye a consolidar la hipótesis de la existencia de la fuente Q.
La existencia de Q fue defendida por los
teólogos protestantes Weisse (Die
evangelische Geschichte kritisch und philosopisch bearbeitet, 1838),
y Holtzmann (Die
Synoptischen Evangelien, 1863), y desarrollada posteriormente por Wernle (Die synoptische Frage,
1899), Streeter (The Four Gospels: A Study of Origins, treating of the
manuscript tradition, sources, authorship, & dates, 1924), quien llegó
a postular cuatro fuentes (Marcos, Q, y otras dos, que denominó M y L) y J.
Schmid (Matthäus und Lukas, 1930). Aunque para Dibelius y Bornkann pudo
tratarse de una tradición oral, lo más probable es que se tratase de una fuente
escrita, dada la coincidencia a menudo literal entre los evangelios de Mateo y
Lucas. También se ha considerado probable que el protoevangelio Q fuera
redactado en arameo, y traducido posteriormente al griego.
Si bien la fuente Q es una hipótesis de
los eruditos para intentar explicar el problema sinóptico; esta colección de
dichos de Jesús – también conocido modernamente como Logia – era de lectura y
estudio cotidiano en la iglesia primitiva y Lucas la menciona en Hechos de los
Apóstoles como “Las Palabras del Señor”. De tal forma la hipótesis de Q y de
Logia adquiere sustancia.
Otras teorías
Existen otras hipótesis que prescinden de
la existencia de una fuente Q. De estas, algunas afirman la prioridad temporal
de Mateo y otras consideran que Marcos fue el primer evangelio. Las más
destacadas son las siguientes:
·
La hipótesis propuesta por Farrer postula que el evangelio
de Marcos se escribió primero y fue utilizado como fuente por Mateo. Lucas, en
una tercera etapa, habría utilizado ambos como fuentes.
·
La hipótesis de Griesbach da prioridad al evangelio de
Mateo. Lucas lo habría utilizado como fuente, y, finalmente, Marcos habría
hecho uso de los dos precedentes. Fue propuesta por Johann Jakob Griesbach en
1789.
·
La hipótesis agustiniana sostiene que Mateo fue el primer
evangelio, seguido de Marcos y de Lucas, y que cada evangelista utilizó el
precedente como fuente. Esta es la teoría más próxima a los planteamientos de
los Padres de la Iglesia, y la más frecuente en la tradición católica.
·
La hipótesis de los esenios sostiene que fue este grupo
quien escribió y recopiló la mayor parte de los escritos de la vida de Jesús y
dio inicio al evangelio de Q.
·
La hipótesis de Goinheix dice que el primer evangelio que
circuló fue el de Mateo en lengua aramea. Siguiendo la narrativa de este, y
ayudándose con el documento que llamamos Q o Logia, Marcos y luego Lucas
escriben sus respectivos evangelios. Luego, Mateo, conociendo ya estos dos
evangelios, traduce el suyo al griego y toma elementos de aquellos. Finalmente
es Juan quien da a conocer el evangelio que estuvo escribiendo por años en
Jerusalén primero y en Éfeso finalmente.
miércoles, 17 de abril de 2013
Los Evangelios 1ª parte
El cumplimiento de la promesa de Dios, o
evangelio, fue escrito por los primeros discípulos judíos en los evangelios,
que son los escritos que recogen las primeras predicaciones de los discípulos
de Jesús de Nazaret y cuyo núcleo central del mensaje es la muerte y
resurrección de Jesús de Nazaret. En un sentido más general, el término evangelio puede
referirse a los evangelios.
En ese sentido, existen cuatro evangelios
contenidos en el Nuevo Testamento de la Biblia cristiana, llamados evangelios
canónicos, reconocidos como parte de la Revelación por las
diferentes confesiones cristianas. Son conocidos con el nombre de sus supuestos
autores: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. La mayoría de los expertos considera que estos cuatro
evangelios fueron escritos entre los años 65 y 100 d. C., aunque
otros académicos proponen fechas más tempranas. Existen otros escritos,
conocidos como evangelios
apócrifos, no reconocidos como canónicos por las iglesias
cristianas actuales, de manera que estos evangelios apócrifos no son
ahora aceptados por estas instituciones religiosas como fidedignos, ni como
textos inspirados por la divinidad. Pero sí fueron considerados «escritura» por
algunas de las facciones en que se dividió el cristianismo durante los primeros
siglos de su historia, especialmente por la corriente cristiana gnóstica, que fue la que aportó la mayor parte de estos textos, y por
comunidades cristianas que conservaron una ligazón más estrecha con la
tradición judía de la que surgió el cristianismo.
Este último es el caso del evangelio de los hebreos y el evangelio secreto de
Marcos, que diversos autores (como Morton Smith) datan como contemporáneos de los evangelios canónicos y aún
como fuente de algunos de estos. Debido a este tipo de debates, hay autores que
prefieren hablar de «evangelios extracanónicos», en vez de «apócrifos», para
evitar un término que implica a priori la falsedad de los textos. El evangelio
de Tomás es incluso datado por algunos expertos en el año 50 dC,
hipótesis que lo convertiría en el más antiguo conocido.
Del elevado número de evangelios escritos en
la Antigüedad, sólo cuatro fueron aceptados por la Iglesia y considerados
canónicos. Establecer como canónicos estos cuatro evangelios fue una
preocupación central de Ireneo de Lyon, hacia el año 185. En su
obra más importante, Adversus
haereses, Ireneo criticó
con dureza tanto a las comunidades cristianas que hacían uso de un solo
evangelio, el de Mateo, como a los que aceptaban varios de los que hoy son
considerados como evangelios
apócrifos, como la secta gnóstica de los valentinianos. Ireneo afirmó
que los cuatro evangelios por él defendidos eran los cuatro pilares de la
Iglesia. «No es posible que puedan ser ni más ni menos de cuatro», declaró,
presentando como lógica la analogía con los cuatro puntos cardinales, o los cuatro vientos
(1.11.18). Para ilustrar su punto de vista, utilizó una imagen, tomada de Ezequiel 1,
del trono de Dios flanqueado por cuatro criaturas con rostros de diferentes
animales (hombre, león, toro, águila), que están en el origen de los símbolos
de los cuatro evangelistas en la iconografía cristiana.
Tres
de los evangelios canónicos, Marcos, Mateo y Lucas, presentan entre sí
importantes similitudes. Por la semejanza que guardan entre sí se denominan sinópticos desde que, en 1776, el estudioso J.J.
Griesbach los publicó por primera vez en una tabla de tres columnas, en las que
podían abarcarse globalmente de una sola mirada (synopsis, «vista
conjunta»), para mejor destacar sus coincidencias.
lunes, 15 de abril de 2013
San Esteban
San Esteban fue un diácono,
considerado el protomártir (primer mártir) cristiano. Es uno de los
pocos santos, al margen de los apóstoles o la propia familia de Jesús,
que aparece mencionado en los Evangelios canónicos.
La
figura de san Esteban se encuadra a principios del siglo I, momento en el que
el Cristianismo era considerado una secta más del Judaísmo.
Según
los Hechos de los Apóstoles, Esteban era el
líder de los siete diáconos nombrados por los apóstoles en defensa de los judíos helenistas,
esto es, aquellos judíos de la diáspora que hablaban griego a pesar de vivir
en Jerusalén.
Desde esta posición, Esteban denunciará las preferencias que la Iglesia daba a los judíos hebreos frente a los
judíos helenistas, condenando a su vez el uso del Templo de Jerusalén como asiento de la idolatría contraria
a la Ley de Moisés y afirmando que sólo Jesús estaba
llamado a espiritualizar el culto del templo.
Estas
ideas chocarán con los intereses materiales de la casta sacerdotal y con las
creencias del pueblo judío, lo que acabará incomodando a los fariseos de algunas sinagogas, quienes acusarán
a Esteban ante el Sanedrín de blasfemia contra Moisés y contra Yahveh. La asamblea lo
considerará culpable y Esteban será lapidado a las afueras de Jerusalén
mientras, según la tradición, oraba por sus verdugos, diciendo: "Señor, no
les tomes en cuenta este pecado". Entre los participantes se encontrará el
futuro San Pablo,
aunque las fuentes nos dicen que aparentemente no participó en el
apedreamiento, sino que se limitó a cuidar la ropa de los que lo hacían.
A
la muerte de Esteban, el grupo de los helenistas se dispersará por Palestina y Antioquía,
donde la prédica se hará incluso a los paganos. El martirio de san Esteban
supondrá el final del Cristianismo como secta del Judaísmo, al separar el culto
cristiano del culto judío practicado en Jerusalén. Los helenistas sentarán las
bases del Cristianismo concebido como una religión universal, no exclusivamente
judía, concepto que más tarde llevará a su máxima expresión San Pablo y que se ratificará en el Concilio de Jerusalén.
San
Esteban es un santo muy popular cuyo culto está extendido por todo el mundo; le
están dedicados innumerables templos, ciudades, pueblos e instituciones
cristianas. Según la tradición, al menos parte de su cuerpo se encuentra
sepultado en la Basílica de San Lorenzo Extramuros de Roma, donde además se
conserva como reliquia la piedra sobre la que sufrió el
martirio.
domingo, 14 de abril de 2013
Pablo de Tarso
Fue el autor de los Hechos de los Apóstoles.
Pablo nació entre el año 5 y
el año 10 en Tarso (en la actual Turquía), por entonces ciudad de la provincia romana de Cilicia, en la costa sur
del Asia Menor.
Hijo de hebreos y
descendiente de la tribu de Benjamín , fue educado en Jerusalén que fue instruido a
los pies del famoso rabino Gamaliel, que
era fariseo.
Según los Hechos de los Apóstoles, el primer contacto fidedigno con los seguidores
de Jesús lo tuvo en Jerusalén, con el grupo judeo-helenístico de Esteban y sus compañeros. Pablo aprobó la
lapidación de Esteban el protomártir, ejecución datada de la primera mitad de
la década del año 30.
Según el libro de los Hechos de los Apóstoles, luego del
martirio de Esteban, Saulo Pablo se dirigió a Damasco,
hecho que los biblistas tienden a situar en el término del año subsiguiente a
la lapidación de Esteban, según se comenta en la sección anterior.
Entretanto Saulo, respirando todavía amenazas y muertes contra los
discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote, y le pidió cartas para las
sinagogas de Damasco, para que si encontraba algunos seguidores del Camino,
hombres o mujeres, los pudiera llevar atados a Jerusalén. Sucedió que, yendo de
camino, cuando estaba cerca de Damasco, de repente le rodeó una luz venida del
cielo, cayó en tierra y oyó una voz que le decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me
persigues?» El respondió: «¿Quién eres, Señor?» Y él: «Yo soy Jesús, a quien tú
persigues. Pero levántate, entra en la ciudad y se te dirá lo que debes hacer.»
Los hombres que iban con él se habían detenido mudos de espanto; oían la voz,
pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo, y, aunque tenía los ojos
abiertos, no veía nada. Le llevaron de la mano y le hicieron entrar en Damasco.
Pasó tres días sin ver, sin comer y sin beber.
Hechos de los Apóstoles 9:1-9
Pablo mismo presentó esta experiencia como
una «visión» (1Corintios 9:1),
como una «aparición» de Jesucristo resucitado (1Corintios 15:8)
o como una «revelación» de Jesucristo y su Evangelio (Gálatas 1:12-16; 1Corintios 2:10).
Pero nunca presentó esta experiencia como una «conversión», porque para los
judíos «convertirse» significaba abandonar a los ídolos para creer en el Dios
verdadero, y Pablo nunca había adorado a ídolos paganos, ni había llevado una
vida disoluta. Los biblistas tienden a acotar a un marco muy preciso el
significado del término «conversión» aplicado a Pablo. En realidad, cabe
que Pablo interpretara que tal experiencia no lo hacía menos judío, sino que le
permitía llegar a la esencia más profunda de la fe judía. Por entonces, el cristianismo aún
no existía como religión independiente.
Magnitud de los viajes
Pablo hacía generalmente sus viajes a pie .
El esfuerzo realizado por Pablo de Tarso en sus viajes es digno de mención. Si
se cuenta únicamente el número de kilómetros de los tres viajes por Asia Menor,
se puede dar el siguiente resultado, según Josef Holzner:
·
Primer viaje: desde Atalia, el puerto a donde llegó desde Chipre, hasta
Derbe, ida y vuelta, 1 000 km.
·
Segundo viaje: desde Tarso hasta Tróade, 1 400 km. Si se tiene en
cuenta el desplazamiento por Galacia hasta su capital, Ancira, hay que añadir
526 km más. Por lo tanto, solamente dentro del Asia Menor recorrió por lo
menos 1 926 km. Este cálculo de mínimos se debe a que la narración de
los Hechos de los Apóstoles es muy general y se limita a decir
que atravesó la región de Galacia y Misia.
·
Tercer viaje: de Tarso hasta Éfeso, 1 150 km. A ello hay que
sumar el recorrido por la región de Galacia. En este viaje, solo dentro del
Asia Menor recorrió un mínimum de 1 700 km.
La última etapa de la vida de Pablo, que
abarca desde su apresamiento en Jerusalén hasta su presencia en Roma.
La
cautividad de Pablo en Roma, considerada un hecho fidedigno, habría tenido una
duración de dos años, tiempo en que el Apóstol no vivió encarcelado sino en
custodia lo que, sin embargo, acotó sus libertades.
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