viernes, 31 de mayo de 2013

Unificación Italiana y fin de los Estados Pontificios

Los aires revolucionarios que soplaban con fuerza por toda Italia derivaron en corrientes impulsoras de la unidad nacional. El rey sardo-piamontés Carlos Alberto asumió las iniciativas en pro de tal unidad y declaró la guerra a Austria. El papa Pío IX, que había sido entronizado en 1846, no quiso unirse a la causa, actitud que no le perdonó el pueblo romano. Estalló la rebelión y Pío IX tuvo que huir de Roma en noviembre de 1848. Se abolió el poder temporal del papa y se proclamó la II República Romana. Se organizó un contingente militar aportado por diversas naciones católicas y el 12 de abril de 1850 el papa regresaba a Roma, abolida la efímera república. En el verano de 1859 algunas ciudades de la Romaña se levantaron contra la autoridad del papa y adoptaron la plebiscitaria resolución de anexionarse al Piamonte, lo que se llevó a efecto en marzo de 1860. Ese mismo año, Víctor Manuel solicitó formalmente del papa la entrega de Umbría y de Marcas, lo que Pío IX rehusó hacer. Las tropas piamontesas se enfrentaron a las del papa, que resultaron derrotadas en Castelfidardo (18 de septiembre) y en Ancona (30 de septiembre). La Iglesia se vio desposeída de aquellas regiones que, en unión de la de Toscana, de Parma y de Módena -éstas por voluntad propia expresada mediante plebiscitos-, se anexionaron al creciente reino de Piamonte-Cerdeña (noviembre de 1860), que pasaba a denominarse reino de Italia del Norte. Los Estados Pontificios quedaban definitivamente desmembrados y reducidos a la ciudad de Roma y su entorno, donde el papa, bajo la protección de las tropas francesas, siguió por el momento ejerciendo su declinada autoridad civil.
En 1870 estalló la Guerra Franco-prusiana y el emperador francés Napoleón III precisó disponer de todos los efectivos militares, incluidas las unidades de guarnición en Roma. Italia fue aliada de Prusia en esta contienda, por lo que contó con el beneplácito del Canciller de Alemania Otto von Bismarck para actuar sin reparos contra las posesiones del pontífice profrancés. Pío IX reunió ocho mil soldados en un desesperado intento de resistir, pero el insuficiente ejército papal no pudo contener a las divisiones italianas que marcharon patrióticamente enardecidas sobre Roma. El 20 de septiembre de 1870 entraban en la capital del flamante reino de Italia en cuyo palacio del Quirinal establecía su corte el rey Víctor Manuel II.
Desde el comienzo de su pontificado el Papa Pío IX se vio envuelto en la vorágine histórica que significó el proceso de unificación de Italia. Ésta implicaba necesariamente el fin de los Estados Pontificios, a lo que Pío IX se opuso tenazmente. El papa Pío IX se autoproclamó prisionero en el Vaticano cuando el reino papal en Roma acabó a la fuerza, los Estados Papales se unieron al resto de Italia para formar el nuevo Reino de Italia unificado bajo el rey Víctor Manuel II y la ciudad de Roma se convirtió en su capital.
Tuvieron que pasar 59 años hasta que, el 11 de febrero de 1929Pío XI y Benito Mussolini suscribieran los Pactos de Letrán, en virtud de los cuales la Iglesia reconocía a Italia como estado soberano, y ésta hacía lo propio con la Ciudad del Vaticano, pequeño territorio independiente de 44 hectáreas bajo jurisdicción pontificia.


martes, 28 de mayo de 2013

Estados Pontífices III

La época del Renacimiento

En los albores del siglo XVI, cuando las naciones europeas conseguían unificarse y sus monarcas asumían el poder absoluto de las mismas, no era la iglesia de Roma la única que advertía que la descomposición multiseñorial italiana y las pugnas entre sus heterogéneos y mal avenidos estados eran caldo de cultivo para las intervenciones de franceses, alemanes y españoles, ni tampoco era la única que temía, de otra parte, que la implantación de un estado único nacional le privara de los derechos gubernamentales sobre su propio territorio, lo que, en el caso de la iglesia, supondría la pérdida de su jurisdicción temporal. A cada príncipe italiano, y al papa como otro más de los jefes de estado, sólo le hubiera satisfecho ser él el líder unificador de toda la península en torno a sus dominios; pero la iglesia, por su talante ecuménico y su tradición teocrática universal, estaba en mejores condiciones que sus posibles competidores para llevar a cabo aquel cometido. Con este ánimo de potenciales monarcas absolutos de una Italia unida y centralista ejercieron los papas renacentistas su jefatura de estado.
La singularidad de Alejandro VI (el papa Borgia) estriba en que concebía la organización papal como una monarquía personalista y ansiaba la formación de un reino centroitaliano desvinculado de la Santa Sede, cuya corona descansase sobre la cabeza de alguno de sus hijos. A tal efecto, decidió subyugar a los tiranos locales, vasallos nominales de Roma pero que gobernaban a su antojo sus respectivos feudos. Con su hijo Juan de Borja y CattaneiII duque de Gandía, a la cabeza de los ejércitos pontificios fueron cayendo los castillos de Cervetri, Anguillara, Isola y Trevignano, acciones por las que le nombró duque de Benevento y señor de Terracina y Pontecorvo. Cuando Juan murió asesinado, el papa encomendó la capitanía de sus ejércitos a otro de sus hijos: César Borgia. Con la ayuda militar francesa, Cesar tomaba en 1499 las ciudades deImola y Forlì gobernadas por Catalina Sforza, y luego la de Cesena. Más tarde se apoderó de Rímini, señoreada por Pandolfo Malatesta y de Faenza, de Piombino y su anexa Isla de Elba, de Urbino, Camerino, Città di Castello, Perusa y Fermo, y por fin de Senigallia. De todo ello pasaba a ser dueño el hijo del papa a quien éste había nombrado soberano de la Romaña, Marcas y Umbría.

El empeño del papa Julio II (1503-1513) consistió en devolver a la Iglesia las posesiones de que los Borgia se habían apropiado. En algunos casos lo consiguió con facilidad; en otros por la fuerza de las armas. Perusa y Bolonia quedaron reintegradas en los Estados Pontificios de esta manera en 1506Venecia amenazaba con competir con el Vaticano por el dominio de Italia; para atajar este peligro, Julio II formó la Liga de Cambrai con la intervención de FranciaEspaña, el Sacro Imperio, HungríaSaboyaFlorencia y Mantua. Venecia no pudo oponer resistencia a tan potente enemigo y resultó derrotada en la batalla de Agnadello en 1509, dejando al papa sin rival. Con la ayuda de España trató luego de desembarazarse de la presencia en suelo italiano de los franceses, dueños de Génova y Milán. Lo consiguió tras dura lucha, pero lo que nunca lograría es liberar a Italia del dominio español que perduraría intensa y prolongadamente, en especial durante los reinados de Carlos I y Felipe II, aunque éstos nunca acrecentaron sus posesiones a costa de los Estados Pontificios. Por el contrario, Felipe II, si bien contra sus deseos, no impidió que el papa Clemente VIII anexionase a los bienes de la Iglesia la ciudad de Ferrara en 1597.

Movimientos revolucionarios

El condado Venesino y Aviñón pertenecían a los Estados Pontificios, formando un enclave en suelo francés. Estas posesiones fueron confiscadas durante la Revolución francesa, siendo papa Pío VI (1775-1799).
La invasión napoleónica de Italia en 1797 no se detuvo ante las puertas de Roma: un año después las tropas francesas entraban en la ciudad. Unidos a los franceses, los revolucionarios italianos exigieron del papa la renuncia a su soberanía temporal. El 7 de marzo de 1798 se declaró la República Romana y el papa fue apresado y deportado a Francia. Napoleón Bonaparte quiso regularizar las relaciones con la Iglesia, lo que quedó plasmado en el Concordato que Francia y la Santa Sede firmaron en 1801. El papa –lo era entonces Pío VII– regresó a Roma, de donde retornó a París para coronar emperador a Napoleón en 1804. Pero pronto el papa supuso un estorbo en los planes del emperador, quien en 1809 se adueñó de los Estados Pontificios, los incorporó al Imperio francés y retuvo a Pío VII como prisionero en Savona. Tras las derrotas de Napoleón, el papa pudo retomar sus posesiones en 1814, siendo reconocida en el Congreso de Viena de1815 la pervivencia de los Estados Pontificios dentro del nuevo orden europeo, aunque con una ligera merma territorial que fue a parar a poder del Imperio austríaco.
El espíritu revolucionario francés se extendió también por Italia. En 1831, el mismo año en que era nombrado papa Gregorio XVI, estalló un levantamiento en Módena, seguido de otro en Reggio y poco después en Bolonia, donde se arrió la bandera papal y se izó en su lugar la tricolor. En cuestión de semanas todos los Estados Pontificios ardían en la hoguera revolucionaria y se proclamaba un gobierno provisional. En torno a la Marca se creaba el «Estado de las Provincias Unidas» de la Italia central. Gregorio XVI no contaba con efectivos militares suficientes para contener un movimiento de aquellas proporciones; necesitó de la ayuda extranjera, que en esta ocasión le vino de Austria. En febrero de 1831 las tropas austriacas entraban en Bolonia forzando la salida del «gobierno provisional» que se refugió en Ancona; en dos meses la rebelión quedó de momento sofocada. Con verdadera urgencia se dieron cita en Roma representantes de Austria, RusiaInglaterra, Francia y Prusia, las cinco grandes potencias del momento, para analizar la situación y elaborar un dictamen sobre las reformas que a su juicio era necesario introducir en la administración de los Estados Pontificios. No todas las sugerencias realizadas en tal sentido fueron aceptadas por Gregorio XVI, pero sí las suficientes como para que los cambios en materia de justicia, administración, finanzas y otras fuesen palpables.
A pesar de ello, estos pequeños logros no fueron suficientes para satisfacer las demandas de los exaltados revolucionarios. A finales de ese mismo año de 1831 la rebelión se propagaba otra vez por los estados de la Iglesia. Las tropas austriacas, cuya presencia constituía una garantía de estabilidad y orden, habían regresado a sus bases de origen; fue preciso pedir de nuevo su intervención, cosa que llevó a cabo solícitamente el general Radetzky. Unidas sus fuerzas a las del papa fue tarea fácil tomar Cesena y Bolonia, focos de la protesta revolucionaria. Francia, por su parte, desplegó algunos destacamentos en Italia y ocupó Ancona que fue desalojada en 1838. Después de unos años de calma la agitación revolucionaria se hizo notar en 1843 en Romaña y Umbría. En 1845 fuerzas sublevadas se apoderaron de la ciudad de Rímini. Pudieron ser desalojadas aunque no reducidas, de forma que, si bien abandonaron Rímini, llevaron la revolución a Toscana.

viernes, 24 de mayo de 2013

Estados Pontífices II


El periodo imperial

Desaparecido el Imperio carolingio, el autoproclamado rey de Italia, Berengario II, amenazó las posesiones eclesiásticas. El papa Juan XII requirió el amparo de Otón el Grande, quien doblegó al hostigador y entró triunfante en Roma. Allí, en laBasílica de San Pedro, el papa restableció la dignidad imperial, coronando a Otón como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico el 2 de febrero de 962, mientras que Otón, por su parte, ratificó la potestad de la Iglesia sobre los Estados Pontificios mediante el «Privilegium Othonis».
La Italia meridional nunca formó parte de los Estados Pontificios, pero sí estuvo sujeta a vasallaje de éstos durante el periodo de dominación normanda. En 1059, mediante el concordato de Melfi, dimanado del concilio celebrado en esta ciudad, el papa Nicolás II otorgaba a Ricardo de Aversa la investidura del principado de Capua, y a Roberto Guiscardo la del ducado de Apulia y de Calabria, así como, para un futuro, del señorío de Sicilia. Como contrapartida a la unción papal con que se vieron dignificados, se comprometían éstos a prestar vasallaje al sumo pontífice en todo momento. Roberto Guiscardo se mostró imparable en sus conquistas y en pocos años ocupó toda Sicilia y tomando a los musulmanes Palermo y Mesina, y a los bizantinos directamente Bari y Brindisi, y bajo su soberanía teórica Amalfi y Salerno. Cuando en 1080 Gregorio VII precisó el auxilio militar del normando le otorgó su apostólico beneplácito a las conquistas a cambio de una formal declaración de vasallaje hacia la Santa Sede sobre todos los territorios ganados.
En las postrimerías del pontificado de Inocencio II, hacia 1143, coincidiendo con el movimiento reivindicativo municipal que se extendía por todas las ciudades de Italia, el Senado romano se hizo con buena parte del poder civil de los papas. El sucesor de Inocencio, Lucio II intentó restablecer por las armas el orden anterior y atacó el Capitolio al frente de un ejército, pero el Senado le infligió una severa derrota. Arnaldo de Brescia se puso al frente de la revolución popular y senatorial romana. Bajo su liderazgo se pidió que el papa depusiera todo poder temporal, y que él mismo y el resto del clero entregasen sus posesiones territoriales. Roma se apartó de la obediencia civil al papa y se declaró nueva república. Federico Barbarroja devolvió al papa Adriano IV el gobierno de los Estados Pontificios cuando, deseando ser coronado emperador en Roma de manos del pontífice, entró en 1155 en la ciudad con un potente ejército y apresó y ejecutó a Arnaldo de Brescia. No obstante, fue el propio Federico quien, en aras de una política expansionista que aspiraba al control de toda Italia, puso años después a los papas en grave riesgo de perder sus posesiones.
Inocencio III dio un impulso decisivo a la consolidación y engrandecimiento de los Estados Pontificios. Sometió definitivamente al estamento municipal romano y privó de poderes al senado de la urbe. Recuperó el pleno dominio de aquellos territorios pertenecientes al patrimonio de San Pedro que el emperador había entregado a mandatarios germánicos, expulsando a los usurpadores de la Romaña, del marquesado de Ancona, del ducado de Spoleto y de las ciudades de Asís y de Sora. Por la fuerza de las armas precedida de la excomunión eclesiástica se incautó de los territorios en litigio que habían constituido las posesiones de la condesa Matilde de Toscana y que, presumiblemente, habían sido legados como herencia a la Santa Sede, pero que permanecían en posesión de vasallos del emperador. De esta forma obtuvo el reconocimiento por parte de las ciudades de Toscana de su soberanía, y con ello el norte de Italia sacudía el dominio germánico y caía bajo la órbita de la autoridad pontificia.
Por añadidura, como consecuencia de la cruzada llevada a cabo contra los albigenses en el Mediodía francés, había logrado de Raimundo VI de Tolosa la cesión de siete castillos en la región de Provenza, patrimonio que se incorporó al de la Iglesia y que luego, en 1274, sería trocado mediante acuerdo entre Gregorio X y el rey Felipe III el Atrevido por el condado de Venasque, región que comprende las tierras que se extienden entre el Ródano, el Durance y el Monte Ventoux.
Los Estados Pontificios volvieron a pasar por un difícil trance durante el imperio de Federico II (1215-1251). Dueño del reino de las Dos Sicilias e incorporadas al imperio Lombardía y Toscana tras la derrota de la liga lombarda en 1239, Federico se propuso anexionar igualmente el patrimonio de San Pedro para acaparar el dominio de toda Italia. Marchó sobre Roma, de donde se vio obligado a huir el papa Gregorio IX, se paseó desafiante y sin oposición por toda Italia, nombró gobernador del territorio peninsular a su hijo Enzio y él mismo se erigió en señor de los Estados Pontificios. El año 1253, dos después de la muerte del emperador, el papa Inocencio IV pudo regresar a Roma desde su exilio francés y retomar el gobierno de la ciudad y del resto de los dominios eclesiásticos.
Los Estados Pontificios no podían sustraerse a los acontecimientos que se estaban produciendo en la convulsa Italia de mediados del siglo XIV. Sin contar con la desvinculación de algunos feudos tradicionales de la corte romana, como Sicilia, en poder ahora de la Corona de Aragón, o el reino de Nápoles, bajo la autoridad de la casa de Anjou, el propio estado pontificio estaba en descomposición. Así lo ponían de manifiesto casos como el de Giovanni di Vico, que se había erigido en señor de Viterbo tras hacerse con una extensa zona territorial perteneciente al papa; o el de la insumisión en que se encontraba el ducado de Spoleto; o el de la fáctica independencia del marquesado de Ancona; o el de la privatización de Fermo llevada a cabo por Gentile de Mogliano y la de Camerino por Ridolfo de Varano; o el de la abierta rebeldía de los Malatesta; o el de Francesco degli Ordelaffi, que se había hecho con una gran parte de la Romaña; o el de Montefeltro que señoreaba los distritos de Urbino y Cagli; o el de la ciudad de Senigallia apartada de la obediencia papal; o el de Bernardino y Guido de Polenta, que se habían adueñado de Rávena y de Cervia, respectivamente; o el de Giovanni y Riniero Manfredi que habían hecho lo propio con Faenza; o el de Giovanni d’Ollegio que mantenía bajo su posesión la ciudad de Bolonia.
Era precisa una actuación resuelta y aplastante contra todos aquellos rebeldes si se quería reunificar el patrimonio de San Pedro. Aprovechando la presencia en Aviñón del español Gil de Albornoz, arzobispo de Toledo y avezado militar, que había participado con las huestes de Alfonso XI de Castilla en la Batalla del Salado y en el sitio de AlgecirasClemente VI le elevó al cardenalato y le confió la misión de reclutar un ejército. Dos años después (1353), entronizado ya Inocencio VI, portando una bula por la que se le nombraba legado papal plenipotenciario para los Estados Pontificios, se aplicó Gil de Albornoz a la misión encomendada, consiguiendo militarmente todos sus objetivos. Recuperó cuantos territorios habían sido usurpados y doblegó a los altivos cabecillas de la insubordinación italiana; los estados de la Iglesia volvían, agrupados, a la obediencia del papa. Albornoz también redactó y puso en práctica el primer marco jurídico específico para los Estados Pontificios, las Constitutiones Aegidianae (las Constituciones Egidianas –por Egidio, esto es, por Gil) que siguieron en funcionamiento hasta los Pactos de Letrán (1929) que fundan la Ciudad del Vaticano.

jueves, 23 de mayo de 2013

Estados Pontifices


Orígenes

Desde que se instituyó la sede episcopal de Roma, los fieles, y en mayor medida los emperadores cristianos, fueron donando a la Iglesia romana cuantiosos bienes territoriales, algunos de ellos constitutivos de importantes extensiones de terreno. Estas posesiones, más otras de carácter inmueble, vinieron a integrar lo que se conoció como Patrimonio de San Pedro, y estuvieron diseminadas por toda Italia e incluso fuera de ella. Su administración, aunque no convirtió inicialmente a los papas en jefes de Estado, les confirió no obstante auténticas prerrogativas civiles y políticas reconocidas por la Pragmática Sanción de 554 promulgada por el emperador Justiniano I (una vez que, tras la conquista de Belisario, Roma volvía a estar bajo la soberanía de los emperadores, tras el interregno hérulo y ostrogodo), entre otras la de poseer una fuerza militar que llegó a constituir un respetable ejército puesto en acción en múltiples ocasiones, en no pocas bajo el mando del propio pontífice-caudillo. Por otro lado, muchos de los papas procedían de las clases dominantes romanas y ejercieron simultáneamente el cargo episcopal y el de gobernante civil de la Ciudad Eterna. Tal fue el caso de Gregorio Magno (590 – 604), hombre avezado en el desempeño de funciones políticas pues había ostentado anteriormente el cargo de prefecto de la propia ciudad (prefectus Urbis) y pertenecía a una familia de patricios romanos.

Creación de los Estados Pontificios

Carlos Martel, en el 741, dividió el territorio del Pueblo franco en dos partes, una para Carlomán y otra para Pipino (sus dos hijos). Carloman abdicó en el 747 para convertirse en monje. Cuatro años después, Pipino El Breve (por su baja estatura), confinó en un monasterio al último descendiente de Clodoveo, el joven Childerico III; y fue proclamado por la nobleza rey de los francos, y se convirtió en el fundador de la Dinastía Carolingia. Pipino no solo fue rey por elección, sino que además recibió la bendición de la Iglesia. Obtuvo del papa Zacarías un mandato, según el cual, quien ostentaba el poder, podía asumir el título de rey “por la gracia de Dios”, ungido como David en el Antiguo Testamento.
A partir de ahí se produjeron nuevas conexiones entre el Papado y los monarcas francos. Roma se vio amenazada por los lombardos, cuyo ejército cercó la ciudad mientras el papa Esteban II solicitaba inútilmente ayuda al emperador de Bizancio. Denegado el auxilio bizantino, el papa pidió a Pipino una intervención urgente. El Rey franco realizó dos incursiones en Italia, forzó a los lombardos a abandonar el asedio de Roma y les obligó a devolver sus conquistas. Finalizado el conflicto, los territorios situados en la Romaña y las Marcas no fueron restituidos al control de Bizancio, sino que fueron conferidos al papa -donación de Pipino, en el año 756-, como legítimo representante del poder imperial. Este tratado destruyó a los lombardos y permitió la constitución del Estado Pontificio independiente de todo poder temporal, base del futuro poder de la Iglesia Romana.
Pero los Estados Pontificios no son creados hasta el pontificado de Esteban II, hacia 752. La tutoría del Imperio bizantino sobre Roma y su sede pontificia estaba declinando desde principios del siglo VIII. El distanciamiento respecto al imperio de Oriente se hizo cada vez más patente y profundo con visos de auténtica ruptura, como cuando el papa Constantino I, enfrentándose al emperador Filípico Bardanes, al que tildó de hereje, llegó a dirigir sus armas contra elexarca bizantino. En aquel clima de tensión, siendo de temer la ofensiva del lombardo Astolfo contra Roma tras haberse apoderado éste de Rávena, el Papa Esteban acude, en demanda de socorro, a los francos. Su rey, Pipino el Breve, se lo presta. La intervención de los francos apaciguó a Astolfo, quien aceptó traspasar Rávena a la «República Romana». Pero retirados aquellos, el rey lombardo incumplió su compromiso y, por añadidura, puso sitio a Roma. Nueva llamada del papa al reciente protector franco y nueva acción de éste en su auxilio.
Tras la victoria del rey franco sobre los lombardos el papa Esteban II presentó a Pipino un fantástico documento que pretendia ser la donación por parte del emperador romano Constantino a la Iglesia de enormes posesiones en la península italiana, así como de la primacía del Papa sobre los patriarcados orientales (por lo que se le llamó la Donación de Constantino). En realidad se trataba de un documento creado ex-profeso para la ocasión, pero suficiente para deslumbrar al analfabeto Pipino. De ese modo, sometidos por fin los lombardos, el rey franco hizo entrega al Papa del antiguo exarcado de Rávena (Rávena, FerraraBolonia, ...), de la Pentápolis (obispados de RíminiPésaro, Fano, Senigallia y Ancona) y de la región de Roma, confiriendo al sumo pontífice el dominio temporal de un estado que, con algunas variaciones geográficas, había de perdurar durante más de once siglos, hasta 1870.
Esteban II fue Papa del año 752 al 757. Al poco tiempo de ocupar el solio, Esteban vio en peligro la libertad de Roma a la llegada de Astolfo (749-756) tras la conquista de Rávena. Astolfo había prometido una tregua de 40 años, pero no la respetó sino que decidió exigir impuestos anuales de cada habitante de Roma, a la que consideraba su feudo. Al mismo tiempo, rechazó diversas peticiones que le hizo un emisario de Bizancio, acompañado, por Pablo, hermano del Papa, para que restituyera los territorios imperiales de los que se había adueñado. Ante tantos fracasos, el Papa pidió ayuda al emperador Constantino V (741-775), pero tampoco logró mucho, de suerte que optó por dirigirse finalmente a Pipino III, rey de los francos (751-768), así como antes Gregorio III se había dirigido en su momento a Carlos Martel el año 739. Pipino dio una respuesta afirmativa y al mismo tiempo envió dos emisarios al Papa para escoltarlo. El 6 de enero del 754 Esteban II fue acogido obsequiosamente por Pipino en Ponthión. Esteban volvió a suplicar al rey para que liberara al pueblo de los longobardos. El resultado de este encuentro fue el compromiso de Pipino de proteger la iglesia romana y las prerrogativas del Papa, al que prometió por escrito que garantizaría como legítimas las posesiones de San Pedro, además del ducado de Roma, Rávena, el exarcado y otras ciudades, más otras áreas vastas de la Italia del norte y central.
Algunos opinan que Esteban hizo sus reivindicaciones basándose en la así llamada "Donación de Constantino", pero no hay datos de ello. El 28 de julio del 754 el papa, aunque enfermo, ungió solemnemente a Pipino en San Denis cerca de París, sellándose así la legitimidad de la dinastía, y confirió al rey y a los suyos el título de "Patricios de los Romanos". Pipino derrotó dos veces al rey longobardo, en agosto del 754 y en junio del 756. Los funcionarios bizantinos alegaron que los territorios pertenecían a su emperador, pero Pipino replicó que había tomado las armas sólo por amor al sucesor de San Pedro y por la remisión de sus pecados, de suerte que no estaba dispuesto a entregar sus conquistas a ningún otro que al "apóstol". Seguidamente donó perpetuamente Rávena las ciudades del exarcado, la pentápolis, la Emilia a "San Pedro" y a la Iglesia romana.
Sin embargo, el peligro lombardo no había quedado definitivamente conjurado por las acciones militares de Pipino el Breve. El rey Desiderio invadió los Estados Pontificios y hasta la misma Roma. Adriano I, Papa a la sazón (774), invocó de nuevo en este trance a los francos para que le dispensasen su protección. Carlomagno acudió ahora en ayuda de la Santa Sede, como años atrás hiciera su padre. El resultado fue la restitución de los bienes de la Iglesia y la promesa, no cumplida, de anexión de otros territorios. En todo caso, la mayor parte de la Italia central quedó constituida en un estado independiente bajo el gobierno de los papas. En agradecimiento, el Papa coronó a Carlomagno como emperador de Occidente en el año 800.

lunes, 20 de mayo de 2013

Símbolos




Uno de los símbolos cristianos originarios fue el del pez o Ichthys (del griego, en letras mayúsculas, IXΘΥΣ). Este vocablo conformaba un acrónimo: «ησοῦς Χριστός, Θεοῦ Υἱός, Σωτήρ», (Iēsoûs Christós, Theoû Hyiós, Sōtḗr) que, traducido al español, significa «Jesús Cristo, Hijo de Dios, Salvador». Junto con el símbolo del ancla, el pez fue uno de los más utilizados por los cristianos primitivos.
El símbolo más conocido del cristianismo es sin duda la cruz, la cual apareció como símbolo una vez que Jesús fue asesinado en ella, y sobre la que existen una gran variedad de formas. Algunos afirman que la cruz es el primer logo exitoso a nivel mundial. Varias denominaciones tienden a favorecer cruces distintivas: el crucifijo para los católicos -dentro del cual diversas órdenes religiosas también incluyen variantes para identificarse, como la Tau franciscana o la Cruz de Calatravade los Dominicos-, la cruz ortodoxa para los ortodoxos, una cruz sin adornos para los protestantes. Sin embargo, no es una regla utilizar una u otra cruz. Constantino I el Grande utilizó también el Crismón para identificarse con el cristianismo, este último está formado por las primeras dos letras griegas del nombre "Cristo".

viernes, 17 de mayo de 2013

LA INFLUENCIA PAGANA EN LA TRADICIÓN CATÓLICA III


·         LAS IMÁGENES DE JESUCRISTO

Tal y como he explicado con anterioridad, en igual manera que cambian la Palabra de Dios adjudicándole a María atribuciones de diosas paganas, también hacen lo mismo con el propio Jesucristo.
Como hemos observado antes en la fotografía de Isis, Horus, su hijo, es representado como un bebé dependiente de su madre. De igual manera, hay miles de imágenes de Jesús, niño, desvalido y protegido por María. Estas imágenes contribuyen a crear en la mente del creyente la falsa idea de que es María la poderosa y que su hijo depende, espiritualmente, no del Padre, sino de ella.
¿Pero existen comparaciones doctrinales entre Horus y Cristo, que faciliten su asimilación?
SI, pues Horus es engendrado de forma sobrenatural por Ra, dios supremo, nació de una Virgen, tuvo 12 discípulos, fue muerto y resucitado, realizó milagros, como resucitar muertos, se le conocía como el "Ungido" y como el "Buen Pastor"...
¿Existen otras atribuciones de Horus que se le hayan agregado a Jesús y que, por supuesto, no tengan base en la Palabra de Dios?
La respuesta es que SI; Nació un 25 de diciembre, sus festividades fueron asumidas por el cristianismo que en la actualidad son celebradas en honor de Cristo (Pasión y Muerte, Pascua de Resurrección, 1 de Enero y la Navidad). Horus quiso que su madre siguiera siendo virgen después de su alumbramiento y ya he hablado suficientemente de la doctrina católica respecto a la virginidad de María después del nacimiento de Cristo.
Respecto a las otras representaciones que se hacen de Cristo, tenemos que recordar que van en contra del segundo mandamiento de la Ley de Dios. Alguna, como la del "Buen Pastor", es recogida de la mitología clásica, pues el dios Mocósforo era representado con una oveja sobre sus hombros.
En cuanto al crucifijo, más adelante afrontaré su significado.

·         ORIGEN DE LA CRUZ

En las excavaciones arqueológicas desarrolladas en África, Asia, América y Europa, se han encontrado numerosos restos de cruces, algunas de las cuales datan de más de siete mil años de antigüedad. De hecho, la cruz, como veremos, ha sido un símbolo religioso desde su origen hasta nuestros días.
En las religiones de denominación cristiana, católica y ortodoxa, el culto y veneración de la "Cruz" está instituido como símbolo del sacrificio de Nuestro Señor. Las iglesias protestantes, aunque no hacen la hacen objeto de adoración, la usan en sus templos. En general, es el símbolo cristiano por excelencia. Sin embargo, su origen es claramente pagano e idólatra.
Tanto en Babilonia como en Egipto se veneraba al dios Tammuz - Horus. Su símbolo místico era una "T", inicial de Tammuz, con el travesaño un poco bajo, es decir, una cruz. En los monumentos y templos egipcios, se ven representaciones de reyes y dioses portando cruces en sus manos. A veces, la "T" iba debajo de un círculo o redondel, es lo que se conoce como "Cruz egipcia" o "Cruz de Tau". Este culto se difunde en el mundo helenístico, donde la cruz adquiere otras formas tales como la "Cruz Griega", es decir, la que tiene todos sus lados iguales o la "Cruz Latina", con el travesaño más corto que el palo, de manera que quedan tres lados iguales que representan, según la tradición oriental, "Cielo, Purgatorio e Infierno", mientras que el más largo representaba a la "Vida".
Mucho antes de la venida de Cristo a la tierra, en Italia se consideraba la "Cruz" como símbolo de protección contra los espíritus malignos y la situaban en sus tumbas o colgando de sus collares. Esto mismo ocurría en Babilonia, Egipto o Asiria, con lo que se demuestra que el símbolo de la "Cruz" precede con mucho la era cristiana.
Pero como la vida y la muerte están tan estrechamente relacionadas en las religiones, este mismo símbolo de vida, la "Cruz", es usado igualmente desde tiempos remotos, como medio de castigo, al principio exclusivo para las clases bajas, esclavos, extendiéndose con el pasar del tiempo incluso a los ciudadanos romanos.
No se sabe con certeza sobre que clase de cruz murió Jesucristo, pero los estudiosos hablan del tipo "Latina". Sin embargo, ¿tiene alguna importancia el tipo de cruz que usaron para matar a Nuestro Señor?. Lo importante es que por medio de su Sacrificio y Resurrección, nos libró del pecado y la muerte. A quien hay que venerar es a Cristo, no a la "Cruz", que es considerada en la Biblia como maldición: "No estará su cuerpo por la noche en el madero, mas sin falta lo enterrarás el mismo día, porque maldición de Dios es el colgado: y no contaminarás tu tierra, que Jehová tu Dios te da por heredad" (Deuteronomio 21.23).
En cuanto al uso cristiano de la "Cruz", éste no aparece hasta el concilio de Éfeso, y la imagen del "Crucifijo" hasta el siglo XI, fruto del olvido del segundo mandamiento, como he referido en varias ocasiones.

·         EL USO DE SÍMBOLOS PAGANOS POR PAPA Y OBISPOS

El jefe de la "Iglesia Católica", el llamado "Papa", lleva como símbolo de su primacía, una Mitra con forma de pez con la boca abierta. La explicación oficial que se nos da es que la Mitra simboliza al cristiano, que es pescado por Cristo. Recordemos que en griego, las iniciales de "Jesús, Cristo, Hijo de Dios, Salvador" forman la palabra "Pez". Sin embargo, el origen de la Mitra es mucho anterior al cristianismo.
En ningún lado de la Palabra de Dios nos habla del uso de la Mitra por los apóstoles, obispos o ancianos, ni tampoco establece una primacía entre ellos, pues la única cabeza es Cristo: "Y Él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia; Él que es el principio, el primogénito de los muertos, para que en todo tenga el primado" (Colocenses 1.18).
Entonces, ¿de donde viene la utilización de la Mitra?
Tenemos que volver la vista de nuevo a las religiones paganas; es en Babilonia donde el sumo sacerdote del culto a Semíramis, llevaba una Mitra como símbolo del "dios Dagon", el dios pez. Cuando el ejército macedonio - persa ocupó Babilonia, se produjo la huida del sumo sacerdote y algunos adeptos a la ciudad de Pérgamo y de allí a Italia, estableciéndose como religión Etrusca. Es allí, ya en tiempos de la influencia romana, cuando el culto pasó al Imperio y fue Julio Cesar, tras ser iniciado en los misterios babilónicos, el que unifica el poder religioso y político en una misma persona, pasando a ser el propio Cesar la reencarnación de un dios. Desde entonces los emperadores romanos llevaban la Mitra como símbolo del sumo sacerdocio de la religión pagana, llamándose "Pontificex Maximus".
Es Constantino, en el edicto de Milán del año 313 D.C., quien legaliza la religión cristiana y, posteriormente, la instituye como religión oficial del Imperio. Se unifican, en este importante personaje, los primados político y religioso - cristiano del Imperio. Es a partir de él, que los "Papas y obispos" llevan el título de "Sumos Pontífices" y la Mitra, como símbolos de su primacía religiosa.

·         EL CULTO A LOS SANTOS

En las epístolas de Pablo, Pedro o Judas, aparecen en numerosas ocasiones, referencias a los santos como personas que se han entregado a Dios. Siempre son personas vivas, no tienen otro requisito ni mérito que el haber aceptado el mensaje de Salvación, es decir, simples cristianos. La palabra "Santo" es, pues sinónimo de apartado del mundo para Dios. No significa esto que sea un ermitaño, sino que ha renunciado a los deseos de la carne para servir en espíritu al Señor. Esto lo hace cualquier cristiano, no de nombre, sino de verdad, aquel que cumple verdaderamente el Evangelio de Cristo: "A la iglesia de Dios que está en Corinto, santificados en Cristo Jesús, llamados santos, y a todos los que invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo en cualquier lugar, Señor de ellos y nuestro" (1ª de Corintios 1.2).
Entonces, ¿por qué la "Iglesia Católica" y otras religiones nombran "Santos" a personas que han muerto y que según los dirigentes han hecho méritos que les distinguen de los demás fieles?, ¿por qué son objeto de culto y tienen un papel de intermediación entre Dios y los hombres, tal y como ya vimos que se le atribuye también a María?
De nuevo tenemos que remontarnos a las religiones paganas; es en Babilonia donde los hombres adoraban a casi cinco mil dioses y diosas. Estos no siempre habían sido divinos, sino que hubo una época en que fueron personas, héroes vivientes en la tierra, y después de su muerte se les reconoce, por sus méritos, como objeto de culto. De hecho, cada día estaba dedicado a un dios particular que les protegía, de la misma forma que en la actualidad existe un santoral cristianizado; por ejemplo, 22 de noviembre es el día de "Santa Cecilia" patrona de la música, etc.
Las poblaciones, los gremios o distintos trabajos, todo tiene su "Santo Patrón/a" que les protege y a él se implora en caso de necesidad. Es muy extendida, también, la costumbre de poner a los recién nacidos el nombre del "Santo/a" a quien se le pide que proteja a esa criatura.
El catecismo de la religión católica anima a los fieles a orar e imitar a quienes, debido a sus buenas obras, han sido declarados santos por la jerarquía eclesiástica "...los testigos que nos han precedido en el reino, especialmente los que la Iglesia reconoce como "santos", participan en la tradición viva de la oración, por el testimonio de sus vidas... Contemplan a Dios, lo alaban y no dejan de cuidar de aquellos que han quedado en la tierra... podemos y debemos rogarles que intercedan por nosotros y por el mundo entero..." (pag. 732). Es esta la postura oficial de la "Iglesia".
Por supuesto, la Biblia, no está de acuerdo con esta práctica: "No sea hallado en ti quien haga pasar su hijo o su hija por el fuego, ni practique adivinaciones, ni agorero, ni sortilegio, ni hechicero, ni fraguador de encantamientos, ni quien pregunte a pitonisos, ni magos, ni quien pregunte a los muertos porque es abominación á Jehová cualquiera que hace estas cosas, y por estas abominaciones Jehová tu Dios las echó de delante de ti" (Deuteronomio 18.10-12). De hecho, comunicarse con personas con personas que han muerto no es más que una forma de espiritismo: "Y si os dijeren: Preguntad a las pitonisas y a los adivinos, que susurran hablando, responded: ¿No consultará el pueblo á su Dios? ¿Apelará por los vivos a los muertos? ¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme á esto, es porque no les ha amanecido" (Isaías 8.19-20). Como puedes comprobar es una práctica aborrecible a Dios.
Esta práctica, que ya hemos visto que es de origen pagano, se mezcla con la, ya anteriormente comentada, de realizar y adorar imágenes. Existe toda una ciencia de la imaginería religiosa, no sólo exclusiva de "Cristos y Vírgenes" sino que abarca todo el santoral religioso. Es costumbre representar a los "Santos" con una aureola sobre sus cabezas, como tu tuviesen un hálito de santidad. Esta práctica también ha sido copiada y asimilada de la cultura religiosa babilónica, que representaba sus dioses y diosas con redondeles y rayos dorados alrededor de sus cabezas. También esa práctica pasó a las culturas egipcia - helenística - romana y de aquí a la tradición religiosa cristiana

jueves, 16 de mayo de 2013

LA INFLUENCIA PAGANA EN LA TRADICIÓN CATÓLICA II


·         LAS FIESTAS LOCALES

En todas las localidades, ya sean europeas como americanas, tenemos fiestas locales siempre celebradas en nombre de una advocación mariana o de un santo, patrón de dicha localidad. Esta tradición de nuevo tiene su trasfondo pagano, puesto que antes de la entrada de la fe cristiana como religión oficial, las localidades tenían una deidad "patrona" que les infundiera protección y por supuesto, tenían sus fiestas conmemorativas. Así, como las mayoría de las festividades fue cristianizada eliminado la supuesta protección de una deidad pagana, pasando su supuesta protección a un santo o a la mismísima María, en alguna de sus numerosas advocaciones.

·         TODOS LOS SANTOS Y DIFUNTOS

La víspera del 1 de noviembre coincidía con una festividad, pagana, celta, la del "Samhein", fiesta que marcaba el final del verano y de las cosechas, para pasar a los días de frío y de oscuridad. En esa noche se creía que el dios de la muerte hacía volver a los muertos, permitiendo comunicarse así con sus antepasados. También esta práctica era habitual en el pueblo romano, pues el 21 de febrero celebraban la fiesta de "Feralia" ayudando con sus oraciones a la paz y el descanso de sus difuntos.
En la tradición católica esta festividad se inicia cuando el "Papa" Bonifacio IV, el 13 de Mayo del 609 o 610, consagró el "Panteón de Agripa" al culto de la "Virgen y los mártires", comenzando así una fiesta para conmemorar a esos santos anónimos, desconocidos por la mayoría de la cristiandad, pero que por su fe y obras, son dignos de reconocimiento por toda la humanidad.
Es el Papa Gregorio III (731-741) el que cambia la fecha del 13 de mayo a la del 1º de noviembre. El porqué ya lo conocemos, asegurarse así la conversión, a cualquier precio, de estos pueblos, adoptando así prácticas paganas.
  Como habrás podido leer, existen razones para claras para desechar tales festividades, puesto que ninguna de ellas tiene base en la Palabra de Dios y por lo tanto, estamos ante ritos paganos, eso si cristianizados, pero sin sentimiento espiritual cristiano.
Creo que lo que quiere el Señor es que celebremos, si a ti te ha sucedido, cada uno su Pentecostés, es decir, su nacimiento de nuevo y dar gracias, a diario, por este gran advenimiento, pues Cristo mora en nosotros a través de su Espíritu.

  LA INFLUENCIA PAGANA EN LA TRADICIÓN CATÓLICA

  En este artículo quiero reflexionar sobre las grandes influencias que ha tenido la tradición religiosa pagana (babilónica, egipcia, griega y romana, entre otras) en la mayoría de los ritos, imágenes y símbolos de la religión católica.
La propia Palabra de Dios, como he desarrollado en varios de los artículos que tengo publicados en esta Web, no faculta, sino que prohibe, a todo cristiano el uso, ni siquiera para adorar a Dios, de imágenes, tal y como así nos lo expresa el propio Dios Padre, en los diez mandamientos (Deuteronomio 5).
¿Entonces, por qué han sido usadas por la tradición católica?, ¿por qué se han atrevido a cambiar la propia Ley divina?, ¿en verdad nos acercan a Dios?. Son preguntas a las que intentaré dar una respuesta.
Iconografía y símbolos católicos
Ningún católico puede negar la importancia de los escritos del Antiguo Pacto, o sea, el Antiguo Testamento, puesto que debemos entender que está completamente vigente, eso si, comprendido con la Luz del Nuevo Pacto, o sea, con el Espíritu Santo que mora en las personas que siguen el Evangelio de Cristo.
Partiendo de la premisa que nadie puede quebrantar ni cambiar los mandamientos (Mateo 5.17-20) y que toda la escritura está inspirada por Dios (2ª Timoteo 3.16), tenemos que empezar a preguntarnos de dónde aparece la autorización para que se pueda representar a Nuestro Señor Jesucristo, a María, la madre del Señor, o a los llamados "santos" y mártires del cristianismo.
Si no eres un gran lector de la Palabra de Dios, es decir, de la Biblia, o no conoces bien las Escrituras, podrás pensar que en algún lugar del Nuevo Testamento aparecerá la autorización para que el Segundo Mandamiento (es decir, el que prohibe realizar y adorar imágenes de lo que está en los cielos... Deuteronomio 5.2) se acomode al decálogo de la religión católica. Pues bien amigo/a, esto no se produce. Por lo tanto, el cambio se debió producir por una persona, llámese "Papa" u "Obispos", que por mucha autoridad en cuestiones de Fe que se les pueda adjudicar, no tienen ninguna base divina para realizarlo.
Yo, personalmente, no me atrevo a contradecir a nuestro Padre, es decir, a Dios "y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el cual está en los cielos" (Mateo 23.9) y por mucho que alguien de este mundo me pueda justificar este cambio, no puedo seguirle, pues iría en contra del Evangelio de Cristo, que en ningún momento invalida los mandamientos.
Entonces, si los primeros cristianos, tal y como Pablo nos relata en sus cartas, seguían el Evangelio de Cristo y eran respetuosos con la Ley de Dios, ¿cuándo llegó el momento de la desviación?. Es fácil la respuesta; por la tradición religiosa pagana.
En el transcurrir de los primeros siglos de nuestra era, el Evangelio de Cristo fue predicado por todo el Mediterráneo. En estos pueblos, receptores de la Palabra, chocaba de una forma frontal el que se les hablara de un solo Dios y mucho más que ese mismo Dios hubiese venido a este mundo, de una forma tan humilde, para dar su vida en sacrificio por nuestros pecados. Ellos creían en infinitos dioses y asimilaban en sus culturas a los dioses de los pueblos a los que conquistaban e, incluso, tenían un pedestal sin imagen para el Dios desconocido, tal y como nos relata Pablo en su viaje a Atenas "Porque pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO. Aquél pues, que vosotros honráis sin conocerle, a éste os anuncio yo" (Hechos 17.23).
Por su propia cultura creían que tener un solo Dios era símbolo de pobreza, así que las diferencias eran muchas, pero no insalvables para el Evangelio, para los que se entregaron a Cristo en cuerpo y alma. Sin embargo, conforme transcurre el tiempo, la Iglesia va siendo cada vez más numerosa e incluso llega a convertirse gente poderosa dentro de las instituciones del Imperio, es decir, va teniendo cada vez más "prestigio", ya deja incluso de ser perseguida y con la llegada de Constantino es legalizada; deja de ser una Iglesia de Catacumbas para pasar a ser una "religión" con poder, que intenta dejar sin prosélitos a las otras religiones, es decir, las paganas, hasta llegar a ser consideradas éstas últimas ilegales y, la cristiana, pasar a ser la religión oficial del Imperio Romano. En este camino, que he tratado con tanta rapidez, pero de todos conocido, es donde se produce el hecho, el cual es objeto de este artículo; la desviación del Evangelio de Cristo.
La religión oficial del Imperio, tal y como he apuntado, era politeísta e idólatra. Sus templos estaban repletos de imágenes, a las cuales se las adoraba y se les ofrecían sacrificios y ofrendas. El origen de estos dioses era dispar; la mayoría procedía de la cultura helenística y a su vez ésta los adoptó de las culturas babilónica y egipcia. Roma lo que hacía era "latinizar" su nombre, así por ejemplo El Dios supremo de la mitología Romana era Júpiter, el cual era conocido en Grecia como Zeus, pero respetaba toda su doctrina y culto.
¿Cómo pudo influir esta religión pagana en el cristianismo de entonces, si las diferencias eran tan claras?. La respuesta tiene que ver con laidolatría; la cultura religiosa se basaba en el culto a las imágenes. Cuando a un pagano o gentil se le hablaba de Nuestro Señor, esta persona lo asociaba en un principio como a un dios más, pero tras una verdadera predicación, esa persona comprendía el verdadero sacrificio que Él hizo por su pueblo, y por lo tanto empezaba a conocer la Palabra. Pero cuando el predicador le hablaba de que debía dejar sus ídolos, esta persona decía que NO. El problema estaba en que este Nuevo Dios, el Dios verdadero, no tenía ni nombre ni imagen y por lo tanto, su base doctrinal era la Fe, el creer sin ver. La cultura pagana estaba basada en el respeto a los demás dioses, en las imágenes, en las fiestas, todo ello estaba enraizado en la sociedad imperial. No digo que no existieran cristianos verdaderos que se entregaran a Cristo en Espíritu y en verdad, todo lo contrario. Hablo del sentir general de la sociedad.
El problema de aquel entonces es bastante grande, puesto que por ese camino siempre seguirían siendo una Iglesia perseguida y proscrita. La solución la encontraron algunos hombres, que, llamándose cristianos, pensaron en algo que la misma Roma hizo en materia religiosa:respetar sus imágenes, eso si, convirtiéndolas en símbolos cristianos. Pero, esto iba en contra de la propia palabra de Dios, existía un mandamiento que lo prohibía. Solución: quitarlo y problema resuelto.
Pero, ¿cómo mantener los ídolos paganos?, ¿existían coincidencias doctrinales que permitiesen el cambio de nombre?. La respuesta, sorprendentemente, es que SI.
 Proceso de transformación de ídolo pagano en imagen católica
Como he avanzado, resultaba que, en verdad, existían coincidencias doctrinales entre las creencias paganas y las cristianas. Estas coincidencias no eran totales, como te habrás podido imaginar. Así encontramos ciertos paralelismos, entre Cristo, María y Jehová, y ciertos dioses y diosas de la mitología griega, babilónica y egipcias principalmente, todas ellas adoptadas por una religión clásica que era la que dominaba el ámbito religioso del Imperio.
Comenzaré a analizar estas semejanzas y su proceso de aceptación en una naciente religión, la católica, que tal y como ahora ocurre, tiene en el ecumenismo su vía hacia un futuro en franca expansión.

miércoles, 15 de mayo de 2013

INFLUENCIA DEL MUNDO PAGANO EN EL ORIGEN DEL CRISTIANISMO



Introducción:

Durante los tres primeros siglos de nuestra era, la Iglesia, tal y como nos aparece en las cartas de Pablo, estaba formada por pequeñas iglesias, familiares y locales. Éstas seguían y cumplían el Evangelio de Cristo y por supuesto, la Ley de Dios. De forma progresiva, las primitivas iglesias fueron haciéndose cada vez mas grandes y numerosas y por consiguiente surge el problema de su organización. Comienzan a adquirir los obispos un papel mucho más institucional, del cual la propia Palabra de Dios no nos dice nada, y así entramos en el proceso de desviación o "apostasía". Se mantienen reuniones o "concilios" para discutir sobre las cuestiones que afectan a la Fe y es aquí donde comienzan las importantes desviaciones del Evangelio.
Una de las principales se refiere a la permisividad general, por parte de la organización de aquel entonces, del uso de imágenes y ritos paganos, eso si cristianizados, para así acercar a las masas religiosas gentiles, a las que les había llegado el mensaje de salvación de Cristo, pero que bajo ningún concepto querían abandonar su idolatría (cultos y ritos), es decir, su propia cultura.

INFLUENCIA DEL MUNDO PAGANO EN EL ORIGEN DEL CRISTIANISMO

Poco después de la muerte y resurrección de Jesucristo, en el proceso de expansión de su Doctrina, a partir del año 80 aproximadamente, las religiones y creencias primitivas de los pueblos que iban aceptando los preceptos cristianos, empiezan a ser integradas en la nueva religión. Veremos cómo se produce este proceso.
·  RITUALES CATÓLICOS: ¿CRISTIANOS O PAGANOS?
En este artículo, amigo lector, quiero hacerte llegar mi sensación de sorpresa, al estudiar sobre este tema y comprender que la mayoría de las fiestas, llamadas cristianas, tienen un trasfondo pagano y por lo tanto sin justificación bíblica.
Tras la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, los cristianos, de tradición judaica, solamente celebraban la Resurrección y Pentecostés, como nos queda reflejado en la propia Palabra de Dios: "Porque Pablo se había propuesto pasar adelante de Efeso, por no detenerse en Asia: porque se apresuraba por hacer el día de Pentecostés, si le fuese posible, en Jerusalén" (Hechos 20.16), "Empero estaré en Efeso hasta Pentecostés" (1ª Corintios 16.8). Fue más adelante, a partir del siglo tercero de nuestra era, cuando se empiezan a conmemorar fiestas, que ahora todos conocemos.
En general, el cristianismo de entonces quiso asimilar, no en el fondo, pero si en la forma, las antiguas conmemoraciones paganas, incorporándolas a sus ritos, pero no se dieron cuenta de que eso era imposible y que de se alejaban de la voluntad de Dios que quiere que su pueblo no se contamine con los rituales del mundo. Por mucho que se cambien los nombres de las deidades paganas por nombres de "santos", "Virgen" o el propio "Señor", el trasfondo seguía siendo el mismo, como veremos a continuación.
Voy a analizar, muy por encima, algunas de las fiestas centrales del catolicismo:
·         LA NAVIDAD Y EPIFANÍA
Hasta el siglo IV de nuestra era no se comenzó a celebrar el nacimiento de Jesucristo, pero sin concretar, por la tradición una fecha fija. Así, hubo dos fechas: 25 de diciembre y 6 de enero. La primera es la que se instituyó en el Imperio Romano de Occidente, mientras que la segunda lo fue en el de Oriente. Ahora bien, estas fechas no tienen una certeza cronológica con la verdadera fecha de nacimiento de Jesucristo, pero si tienen una coincidencia con las festividades paganas, de las religiones clásicas, tanto romanas como helenísticas (incluida la egipcia).
Vamos a analizarlas por separado:
·        
25 de diciembre: Era conocida en el impero occidental como las fiestas del solsticio de invierno, por lo tanto un culto pagano. En él se celebraba el término del acortamiento de las noches y el triunfo del "dios sol", con el alargamiento del día. Fue entre los años 324-325 D. C. cuando se decidió su institución como fiesta cristiana, pasando de conmemorar la llegada del invierno al nacimiento del Salvador.
Otra importante fiesta coincidía en tiempo y era la celebración del nacimiento de Horus, o la resurrección de Osiris, nacido de una virgen (Isis) y que seguía siendo virgen después del alumbramiento, pero esto es objeto de otro artículo.
·         6 de enero: Era la fecha de conmemoración de la "fiesta de la Luz"; en esta fiesta se celebraba el nacimiento del Sol, así en Alejandría, la noche del 5 al 6 de enero se recordaba el nacimiento del Tiempo, Aion, con una procesión de antorchas hasta el templo de Korion. En la procesión se entonaba el siguiente canto "La virgen ha dado a luz, la luz aumenta, la Virgen ha dado a la Luz, el Aion". Este culto pasa a la cultura griega y es ritualizado en toda el imperio heleno.
En cuanto a su cristianización, en el imperio de Oriente, como en la actualidad en la religión ortodoxa griega, se celebra el nacimiento de Jesús, mientras que en Occidente se instituye la Epifanía o fiesta de visitación de los Reyes de Oriente.
·         SEMANA SANTA
Como en las fiestas de la Navidad, su conmemoración comienza en el siglo IV D. C. y como en ésta también tiene su base en una celebración pagana; el culto al dios Atis, celebrándose su muerte y su posterior resurrección.
Nuestro Señor Jesucristo no nos manda recordar su muerte y resurrección de forma especial en una fecha determinada, sino conmemorarlo siempre que tomemos la Santa Cena
·         PASCUA DE RESURRECCIÓN
La fiesta de la Pascua se celebra siempre el primer domingo siguiente a la primera luna llena de primavera, por eso su carácter cambiante. Bien, esta fiesta es similar a otra egipcia que se celebraba el mismo día, para conmemorar la entrada de Osiris en la Luna.
·         FESTIVIDAD DEL 15 DE AGOSTO
Para el catolicismo en este día se celebra la ascensión de María al cielo. Este hecho, como la mayoría de los que estamos analizando aquí, carece de base bíblica, pues es una tradición que hasta el año 1950 no ha sido objeto de dogma de Fe.
Como en todas las festividades analizadas tiene una coincidencia pagana; a mediados de agosto se celebraba en la antigua Grecia y en Roma, el culto a Hécate - Artemisa - Diana, "diosa de la Luna y Reina del Cielo", con objeto de evitar que enviara las tormentas que tan dañinas son para las cosechas en estas fechas.