La presencia de Yahveh siguió
haciéndose manifiesta cuando los filisteos se apoderaron del Arca y se la
llevaron a Asdod para colocarla junto a la imagen de Dagón. Aquella noche, la
imagen de ese dios cayó rostro a tierra; a la noche siguiente, la estatua cayó
de nuevo delante del Arca y quedó con la cabeza y las palmas de las manos
separadas del cuerpo. En el transcurso de los siete meses siguientes, el Arca
fue pasando de una ciudad filistea a otra, y según pasaba, plagaba a los
filisteos con hemorroides, y dejó a Eqrón sumida en “una confusión mortífera”, hasta
que finalmente fue devuelta a Israel, junto con la ofrenda por la culpa
requerida. (1Sa 5:1–6:12.)
La relación del Arca con la
presencia de Yahveh exigía que se la tratase con el debido respeto y la más
alta consideración. Debido a esto, tanto al ponerse en marcha el Arca como al
posarse, Moisés pronunciaba expresiones de alabanza a Yahveh. (Nú
10:35, 36.) Por otra parte, tal fue la impresión que causó en el sumo
sacerdote Elí oír que los filisteos se habían apoderado del Arca, que perdió el
equilibrio, cayó de espaldas y se desnucó. Por el mismo motivo, cuando su nuera
estaba en la agonía de la muerte, dijo: “La gloria se ha ido de Israel al
destierro, porque el arca del Dios verdadero ha sido tomada”. (Sa 4:18-22.)
Posteriormente, el rey Salomón afirmó: “Los lugares a los que ha venido el arca
de Yahveh son cosa santa”. (2Cr 8:11.) No era un amuleto mágico. El Arca
no era un amuleto mágico. Su sola presencia no garantizaba el éxito;
más bien, las bendiciones de Yahveh dependían de la condición espiritual y de
la obediencia fiel de los que la poseían. Por esta razón, los israelitas,
acaudillados por Josué, sufrieron una derrota en Hai debido a su infidelidad, a
pesar de que el Arca estaba en el campamento. (Jos 7:1-6.) De manera similar,
aunque los israelitas estaban confiados porque el Arca se hallaba entre sus
fuerzas de combate, los filisteos mataron a 30.000 soldados de Israel y hasta
se apoderaron de ella. (1Sa 4:1-11.) La recuperación del Arca de manos de los
filisteos fue una ocasión de gran regocijo, en la que se ofrecieron sacrificios
y se expresaron gracias, lo que no impidió que Yahveh ‘derribara al pueblo
con gran matanza’. ¿Por qué? “Porque habían mirado el arca de Yahveh”, una
violación de su mandato expreso. (Sa 6:11-21; Nú 4:6, 20.) No se sabe
con exactitud cuántos murieron en esa ocasión. El texto masorético dice: “De
modo que derribó entre el pueblo a setenta hombres —cincuenta mil hombres—”.
Esta construcción tan ambigua hace pensar que la expresión “cincuenta mil
hombres” es una interpolación. La Versión Peshitta siriaca y una versión
arábiga dicen que fueron derribados “cinco mil setenta hombres”. El Targum de
Jonatán relata: “Y él derribó a setenta hombres entre los ancianos del pueblo,
y a cincuenta mil entre la congregación”. La Versión de los Setenta dice que
“él derribó a setenta hombres entre ellos, y a cincuenta mil de los hombres”,
mientras que Josefo menciona solo a setenta hombres. (Antigüedades Judías,
libro VI, cap. I, sec. 4.)
Lugares donde se guardó el Arca
El Arca no se guardó en un
lugar permanente hasta que se erigió el templo de Salomón. Cuando se completó
la mayor parte de la conquista del país (c. 1467 a. E.C.), se
trasladó a Siló, donde al parecer permaneció (con la excepción del tiempo que
estuvo en Betel) hasta que la capturaron los filisteos. (Jos 18:1; Jue
20:26, 27; 1Sa 3:3; 6:1.) Una vez recuperada, y de nuevo en el territorio
de Israel, estuvo primero en Bet-semes y después en Quiryat-jearim, donde
permaneció unos setenta años. (1Sa 6:11-14; 7:1, 2; 1Cr 13:5, 6.)
Según el texto masorético,
1 Samuel 14:18 dice que durante los enfrentamientos del pueblo de Israel
con los filisteos, el rey Saúl pidió al sumo sacerdote Ahíya que llevase el
Arca al campamento. Sin embargo, según la Septuaginta, Saúl le dijo a Ahíya:
“‘¡Acerca el efod!’ (Porque él llevaba el efod en aquel día delante de
Israel.)”.
David tenía el buen deseo de
trasladar el Arca a Jerusalén, pero el procedimiento que escogió en el primer
intento provocó un desastre. En lugar de transportar el Arca con los varales
sobre los hombros de los levitas qohatitas, de acuerdo con las instrucciones
conocidas, permitió que la colocasen sobre un carruaje. Las reses que tiraban
del carro estuvieron a punto de ocasionar un vuelco, y Uzah fue derribado por
agarrar el Arca, una acción que la ley divina condenaba explícitamente. (2Sa
6:2-11; 1Cr 13:1-11; 15:13; Nú 4:15.)
Por fin fue trasladada a
Jerusalén, transportada como era debido por los levitas (1Cr 15:2, 15), y
allí estuvo guardada en una tienda durante el resto del reinado de David. (2Sa
6:12-19; 11:11.) Los sacerdotes quisieron llevársela cuando huyeron con motivo
de la rebelión de Absalón, pero David insistió en que permaneciera en
Jerusalén, pues confiaba en que Dios les permitiría a todos regresar indemnes.
(2Sa 15:24, 25, 29; 1Re 2:26.) Él anhelaba construir una casa para poner
en ella el Arca, pero Dios postergó su edificación hasta el reinado de Salomón.
(2Sa 7:2-13; 1Re 8:20, 21; 1Cr 28:2, 6; 2Cr 1:4.) Fue entonces, con
motivo de la dedicación del templo, cuando se trasladó el Arca de la tienda en
la que se hallaba en Sión al Santísimo del templo, que se había edificado sobre
el monte Moria, donde fue colocada bajo la sombra de las alas de dos grandes
querubines. El Arca fue la única pieza de todo el mobiliario que había estado
en el tabernáculo que se llevó al templo de Salomón. (1Re 6:19; 8:1-11; 1Cr
22:19; 2Cr 5:2-10; 6:10, 11; véanse El templo de Salomón; Querubín.)
La única referencia histórica al
arca del pacto posterior a Salomón es de 642 a. E.C. —unos novecientos
años después de su construcción—, y se halla en 2 Crónicas 35:3, donde se
lee la orden del rey Josías de que el Arca se colocase de nuevo en el templo. Sin
embargo, no se dice cómo llegó a estar fuera de él. Josías había ascendido
al trono después de algunos reyes particularmente apóstatas, uno de los cuales
había introducido una imagen tallada en la casa de Dios, por lo que es posible
que uno de estos reyes inicuos sacase el Arca de su lugar. (2Cr 33:1,
2, 7.) Por otra parte, bajo el patrocinio de Josías se había llevado a
cabo en el templo un amplio programa de reformas, así que cabe la posibilidad
de que durante las obras se trasladase el Arca a otro lugar con el fin de
evitar que sufriese algún desperfecto. (2Cr 34:8–35:19.) No se hace
ninguna mención de que el Arca se llevase a Babilonia, y ni siquiera figura en
la lista de los artículos que se sacaron del templo, ni se menciona que fuese
devuelta y colocada en el templo que reconstruyó Zorobabel ni que se
reemplazase por otra. No se ha llegado a saber cuándo desapareció ni en
qué circunstancias. (2Re 25:13-17; 2Cr 36:18; Esd 1:7-11; 7:12-19.) Jeremías
predijo el tiempo en que el arca del pacto ya no existiría, pero indicó
que no se la echaría de menos y que no perjudicaría a los adoradores
de Dios el no tenerla. En cambio, ‘llamarían a Jerusalén el trono de
Yahveh’. (Jer 3:16, 17.) En el libro simbólico de Revelación, Juan dice:
“Se vio en el santuario de su templo [en el cielo] el arca de su pacto”. El
‘arca del pacto’ mencionada en este pasaje tiene que ver con el nuevo pacto de
Dios con la humanidad, y su presencia era una señal de que Dios de nuevo había
asumido el poder mediante Su Ungido. (Rev 11:15, 19.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario